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3229. Martes, 16 enero, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo ducentésimo vigésimo noveno: “Cuando ya todo era ceniza y nada más podía pasar, llegó el viento”. (Mónica Carrillo, 1976; periodista española).

En relación calidad-precio, es posible que no haya una emoción a disposición de cualquier personahumana que reír. Muy pocas cosas son capaces de proveernos de tal cantidad de placer con tan poco riesgo como lo hace la risa. Aun así, dicen que hay cosas de las que no debemos reírnos. Hay humor absurdo, inteligente o verde, pero el negro es el que nos cuidamos más de compartir, salvo que reine una total confianza con nuestro interlocutor. Y tal vez sea el más sano y necesario de todos.

Cuando el mundo ofrece su peor cara es cuando más necesitamos reír, y como no, hacer reír: el chiste al amigo deprimido, sacar una sonrisa al familiar enfermo o el piropo a la persona más cercana. Propia,  ajena, sonrisa tímida o carcajada estruendosa, nada es tan útil para el que la da como para el que la recibe, ni vale tanto por tan poco.

Riamos, De todo y de todos. En las duras y en las maduras. Brille el sol o caigan chuzos de punta. Porque la risa es parte fundamental, demostración empírica de la felicidad por momentánea que sea. ¿Y no decía Aristóteles -tan listo el hombrico-, que ese era el fin de todo ser humano. Pues a cumplir nuestro deber.