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  127. Viernes, 30 Mayo, 2003



Capítulo Centésimo vigésimo séptimo: ¿Por qué complicarse la vida con los problemas, cuando la solución más simple es solucionarlos?



Nunca he creído en la existencia de vida más allá de la tierra a pesar de tener, como decía un payaso americano (payaso de profesión no de vocación), la prueba definitiva para demostrar que existe y, lo que es más importante, que esas formas de vida son inteligentes: jamás, nadie, nunca, ha intentado contactar con nosotros.



¡Y es qué mira que nos lo hacemos todo difícil! Vale, las cosas casi nunca son simples, pero el resultado final dependerá mucho del ánimo con el que nos enfrentemos a ellas. El humor y el optimismo son imprescindibles, no se trata de ser siempre muy ocurrentes y graciosos, o que nos pasemos todo el día contando chistes. Pero buscar, de vez en cuando, frases amables y divertidas, comparaciones precisas y oportunas, y hasta hacer el payaso de vez en cuando no es nada que haga daño nadie precisamente.



Reírse es como cambiar los pañales del bebé: no resuelve permanentemente el problema, pero hace las cosas más agradables por un momento.




Un profesor de filosofía entra en clase para hacer el examen final a sus alumnos. Poniendo la silla encima de la mesa dice a la clase: “usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso, demuéstrenme que esta silla no existe”

Todos los alumnos se ponen a la tarea, utilizando sus lápices y gomas de borrar, aventurándose en argumentos para probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente su respuesta entrega su examen ante el asombro de sus compañeros.

Cuando pasan unos días y entregan las notas finales, ante la estupefacción de todos, el alumno que entregó su examen en 30 segundos obtiene la mejor calificación. Su respuesta fue: “¿Qué silla?”.




Pd. Notesé que es viernes, es primavera y hace un tiempo de impresión. Hay que reconocer que no tiene mucho merito estar de buen humor en días así.