Capítulo Milésimo cuadringentésimo decimosexto: "La diferencia que hay entre una convicción y un prejuicio es que una convicción podemos explicarla sin alterarnos". (Federico Guillermo II, 1744 - 1797; cuarto rey de Prusia) Las mujeres solas viajan acompañadas. Como sus amigas del alma suelen tener ya pareja buscan, para compartir el veraneo, algún alma en pena que les acompañe. Y ahí está, siempre disponible, esa chica feucha y con pinta de desvalida (todas las oficinas tienen su feucha con pinta de desvalida), en la que nunca se había fijado (salvo para admirar su
mal gusto vistiendo) y que de repente pasa a ser la compañera
i-de-al de vacaciones. Porque, aunque la
extra apenas llegue para una casa rural en
Los Monegros, cualquier cosa antes que los demás piensen que no es una chica
cosmoindependiente con todo bajo control. Hasta marcharse con la feucha con pinta de desvalida... dejando bien claro que lo de la circunstancial compañía, aparte del original toque
Telma&Louise, es cosa de la crisis... y de lo que uno se ahorra si viaja en habitación doble.
Pero resulta que la colega, además de feucha y con pinta de desvalida, es más rara que un
ratón colorao. Aparte de no soltar un duro y de pensar que las pinzas de depilar son un arma de destrucción masiva que acabará dañando la capa de ozono, su tema de conversación se reduce a cómo abrir el
quinto chacra en la tercera reencarnación; y su idea de una noche peligrosa consiste en ponerle queso fundido al
sándwich vegetariano del bar del hotel (¿hay algo más deprimente que un
bar de hotel?.... Puesssss sí, un bar de hotel con alguien tocando al piano
el humo ciega tus ojos).
Al final, como cada año, termina pensando que la única solución para viajar sin sobresaltos no es hacerlo con
una pareja sino hacerlo con
la pareja. Y que mientras tanto, visto el patio, meter la cabeza en la nevera no es una solución tan mala. Cosa de la crisis... y de lo que uno se ahorra por no tener compañía fija. Para que luego digan que vivir solo no tiene grandes ventajas.