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844. Viernes, 20 octubre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo cuadragésimo cuarto: "Las mujeres hablan porque desean hablar, mientras que un hombre sólo habla cuando se siente empujado por algo ajeno a él como, por ejemplo, si no encuentra unos calcetines limpios." (Jean Kerr, 1922-2003, escritora estadounidense)

Existe un refrán al que, con poquito de caso que le hiciéramos, podría evitarnos muchas situaciones comprometidas: " A donde fueres haz lo que vieres ".

Lo que nosotros podemos pensar correcto no tiene que serlo para otros. Ni tan siquiera algo en principio tan universal como es ir con la sonrisa puesta puede valer en todos los casos.

Por ejemplo, intenta abrazar a un japonés -tan alérgicos ellos al contacto físico- y no te vuelve a dirigir la palabra. Se te ocurre en cambio no darle un par de besos -acompañado de sus correspondiente abrazos- a un ruso, y tienes un enemigo para toda la vida.

Eso sin contar con las costumbres locales que complican la cosa bastante más. Viste una camiseta verde en Taiwan, por ejemplo, y todos sabrán que eres el cornudo de tu pueblo. Resulta que en tan exótico país, vestir de verde se interpreta como que tu esposa te ha sido infiel.

Claro que puestos a cumplir "costumbres" me imagino el éxito que tienen que tener ciertas leyes hospitalarias que mantienen algunas tribus bantúes de Kenia, especificando bien clarito que si un hombre visita a un amigo casado, éste debe dejarle dormir con su mujer.

Me imagino yo la cantidad de amigos y sobre todo, de visitas amistosas día sí y día también, que tendrá el marido de la "potente" del poblado. En fin, hasta el lunes.