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794. Viernes, 14 julio, 2006

 
Capítulo Septingentésimo nonagésimo cuarto: "La causa más importante de los accidentes de tráfico es que los hombres ponen en sus coches tanto ego como gasolina" (Pierre Daninos, 1913-2005, escritor francés)

Últimamente hablamos poco de sexo por aquí (puntualicemos: "hablar" y "hacer" son dos verbos distintos y no siempre tienen que ir seguidos). Vamos a remediarlo. Si hoy es viernes, hablemos de sexo.

Se coge una coca-cola o similar, (si es un día especial puede sustituirse por un Moët & Chandon o un Don Perignon cosecha 1989, pero va a ser un gasto tonto, aviso) y se bebe un poco pero sin tragar. Hasta aquí bien. Sigamos.

Se trata de que los testículos de la pareja (vale, se me olvidaba que para la historia es imprescindible tener pareja, pero hablando de sexo se sobreentiende que tenerla, -sea adosada, de paso o mediopensionista- suele ser uno de los ingredientes necesarios... casi siempre. Se trata, decía, de lograr que los testículos de la pareja (vale, es verdad, no todas las parejas tienen testículos, pero esto es un blog normalito y decente y aquí perversiones raras con gente rara ... pues no).

Se trata, y ya van tres veces que lo intento contar, que los testículos de la pareja entren en contacto con las burbujitas del líquido que está en la boca. Parece una tontería, pero notar (o que noten) un montón de burbujitas explotando en una zona tan fina y sensible como es la piel de los testículos... pues.. ayyyyyyy, dejémoslo aquí. Casi mejor.

Y que conste que el resultado dependerá, sobre todo, de la pericia que cada uno le ponga. Nada de reclamaciones si la cosa no funciona. Yo lanzo la idea, sí, pero en prácticas ajenas me lavo las manos que, por cierto, con los nuevos diseños da gusto hacerlo.


Hasta el lunes.