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  119. Martes, 20 Mayo, 2003

Capítulo Centésimo decimonoveno: ¿Las parabolas no son slips ajustados?

Decía un sabio muy sabio que se llamaba Paracelso, que la diferencia entre una medicina y un veneno estaba simplemente en la dosis; Decía mi abuela, mucho menos sabia que el Paracelso ese, pero también con la cabeza muy bien amueblada, que la diferencia entre ser “honrada” o ser puta, estaba simplemente en el precio.

Y digo yo, que no soy sabio y tengo la cabeza más revuelta que un contenedor de rebajas del añorado Sepu, cual será esa sutil diferencia que pueda hacer que el camarero de todos los días, me ponga el café con una sonrisa o simplemente me mire como si me acabara de acostar con su novio presbiteriano.

Aunque no lo tengo comprobado, estoy más que seguro que no tiene parálisis facial ni nada por el estilo, lo que quiere decir que en cualquier momento, cuando menos me lo espere, me dará la sorpresa y sonreirá.

Hay que reconocer que tener cada día apasionantes retos a los que enfrentarse, sobre todo si son tan importantes y de resultados tan inciertos como estos, le dan al mundo un toque muy especial; Al fin y al cabo la vida es fascinante, sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas.