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3226. Jueves, 11 enero, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo ducentésimo vigésimo sexto: “A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.” (Jacinto Benavente, 1866 - 1954: dramaturgo español).

La noticia aparecía en los periódicos ayer mismo. Hace unas semanas, el primer presidente de Facebook, Sean Parker, reconocía que la red social fue diseñada para explotar una “vulnerabilidad psicológica humana” y “consumir la mayor cantidad posible de tiempo y de atención consciente”. En algo todos estamos de acuerdo, la aparición de internet ha cambiado la mayoría de los aspectos del mundo que conocíamos y muy especialmente ha cambiado la forma de relacionarse de las personas. Abusamos, sí, pero herramientas como las redes sociales logran que sepamos qué hacen amigos y conocidos en cada momento. Es una forma fresca de saber qué pasa con su vida y de compartir momentos a través de imágenes, sentimientos, música o vídeos. Además, permiten no solo saber lo que la persona cuenta, sino también cómo es su vida, qué siente y en qué se ha convertido. Conocer sus gustos, sus sentimientos, sus círculos… en una forma clara de fomentar las relaciones de las personas, las que ya existían, las que acaban de empezar, y sobre todo, las que están por llegar. Y encima todo ello regado con el gran valor añadido que prima en las redes sociales en todos sus aspectos: su clara, indiscutible, indudable, innegable, irrefutable, axiomática y muy evidente… sinceridad:

- "Otra noche que paso sola, otra noche tocándome mis turgentes y húmedos pechos yo sola, aburrida, húmeda, caliente..."
- "¿Qué haces Pepe?"
- "Nah, aquí tuiteando un rato".