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Lecturas de verano. 28: "Atar los perros con longaniza".

 
Esta frase se remonta a principios del siglo XIX, y más concretamente a Candelario, un pueblo de la provincia de Salamanca, cerca de Béjar, muy famoso por sus embutidos, en el que vivía un conocido fabricante de chorizos que se llamaba Constantino Rico, apodado “El choricero”, cuya figura la inmortalizaría el pintor Ramón Bayeu en un tapiz que hoy se puede ver en el Museo del Prado. “El choricero” tenía su factoría en la que trabajaban varias empleadas, en los bajos de su casa y en una ocasión, una de ellas, en la que la prisa le acuciaba por las circunstancias, no se le ocurrió más que atar a un perrito a la pata de un banco, usando, una ristra de las longanizas que estaba embutiendo, en ese momento, entró un muchacho, hijo de otra de las trabajadoras a dar un recado a su madre y presenció boquiabierto la escena, salió rápidamente a de divulgar que en casa del “Choricero” se atan los perros con longaniza. La expresión, se hizo habitual en el pueblo y se difundió por toda España, y se utiliza cuando se hace ostentación de riqueza y derroche.
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