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Lecturas de verano. 6: "Prometer el oro y el moro".

 
El origen de esta frase irónica, que se emplea cuando alguien formula una promesa exagerada o vana, se remonta al año 1426, en tiempo de Juan II de Castilla. Según narra la leyenda, Abdalá, el alcalde de la ciudad malagueña de Ronda, y su sobrino Hamet, entre otras de su séquito, fueron apresados por un grupo de caballeros cristianos de Jerez. A pesar de que Abdalá pagó la fuerte suma de dinero exigida por el rescate de los cautivos, solamente él fue puesto en libertad. El suceso llegó a oídos de Juan II, que ordenó que el sobrino también fuese liberado. Sin embargo, los raptores jerezanos, incitados por la esposa de uno de ellos, se negaron: pedían a los moros un plus de cien doblas (monedas castellanas de oro) a cambio de Hamet. Debido a lo cual el rey hizo trasladar al prisionero a la corte. Y puede que a raíz de este episodio el pueblo andaluz creyera que lo verdaderamente buscaba el monarca era tener cerca al moro para luego reclamar el oro.
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