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2880. Lunes, 23 mayo, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo octingentésimo octogésimo: “El zapato que le encaja a una persona le aprieta a otra. No hay receta para la vida que funcione en todos los casos”. (Carl Gustav Jung, 1875 – 1961; psiquiatra suizo).

Hoy básicamente uno se comunica por el whatsapp, torturándose sobre por qué no te contesta si ya aparecieron los dos palitos azules, o por qué tarda tanto en hacerlo si pone que está enlinea. Lejos queda la época en que para llamar al amordetuvida (en la adolescencia todos son el amordetuvida) tenías que pasar inevitablemente por el teléfono fijo de la casa de tus padres. Y ahí estabas, con las manos sudorosas, al lado del teléfono (de los de marcar con rueda) como quien deshoja una margarita: llamo, no llamo. Aprovechabas el (imposible) momento en que la casa estaba vacía para hacerlo y, por supuesto, al otro lado respondía su padre. Al otro lado siempre respondía el padre. Había dos opciones: o colgar o saltar al vacío y atreverte a hablar con voz temblorosa y el corazón desbocado. El resto era una montaña rusa de emociones. El resto es historia.

Cualquier tiempo pasado ha sido peor. Al menos para ciertas cosas,