Capítulo Dosmilésimo octingentésimo septuagésimo segundo: “La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano”. (Victor Hugo, 1802 – 1885; escritor francés).
Teniendo en cuenta que es un campo colonizado por mujeres (madres, amantes, esposas…), lo de los
calzoncillos, sus orígenes, sus procedencias y sus tipos igual los hombres no sabemos mucho. Pero cuando hablamos de bragas no tenemos ni
putaidea.
Si en algo somos incultos es en bragas. Si las mujeres ya de por si son más complicadas (en casi todo) que los hombres, en el tema bragas ya es para
flipar, y no ya solo por la cantidad de tipos que existen sino por las clasificaciones y subclasificaciones que hay dentro de ellas. Están las
normales de siempre, equivalente a los
slip de toda la vida; las
bragas de abuela, como los calzoncillos de abuelo y usadas, sobre todo, cuando tienen la regla... o de forma continuada a partir de los 45, una edad en la que la frontera entre braga y faja queda poco delimitada (por no decir nada) y que encima suelen ser de color carne, con lo que la sensualidad no se pierde, más bien se
autoinmola a lo
talibán (¡plataforma contra las bragas de abuela de color carne pero ya!). Existe el
culotte, equivalente femenino de los
boxer aunque más cortito o
el/la tanga, una de las prendas en la que la variación está más limitadita; y hasta hay lencería con transparencias, que, a ver, no es muy práctico
coñe, si te vas a poner ropa con la que se te va a ver lo que hay debajo, pues no te la pongas que en nuestro afán por añadir misterio a las cosas solo añadimos estupidez y un gasto innecesario.
Tan lejos y tan cerca el
mundo braga es, sin duda, el gran desconocido.