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2852. Martes, 5 abril, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo octingentésimo quincuagésimo segundo: “Las primeras aves pueden enganchar al gusano, pero es el segundo ratón quien consigue el queso en la trampa”. (Proverbio austriaco).

Un caso de depravación absolutamente nefasto ha sido puesto a disposición de quien no tenía nada que ver con el asunto. Aunque eso no importa. Lo más grave es que nuestro hombre en cuestión, el protagonista del suceso, en lugar de engañar a su mujer con otra, se engañaba a sí mismo con su propia mujer. Algo, ya digo, inconcebiblemente lamentable. Y ahí no quedó la cosa. El sádico que nos ocupa (y hasta nos preocupa) se lo decía a su mujer para que ésta sufriese y con el sufrimiento no viese crecer a sus hijos, que en esos momentos se educaban sin control.

Y nada, el hombre no se arrepiente; lleva ya así veinte años y nada. Ahora le quiere poner un pisito a su mujer (y/o amante) y comprarle unos visones refrigerados para el verano. La cosa es engañar a su señora aunque casi le cueste la vida. Para que luego digan que la incoherencia no es amoral.