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2808. Lunes, 25 enero, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo octingentésimo octavo: “Hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nacemos y el día en que descubrimos para qué”. (William Barclay, 1907-1978; teólogo británico).

Me gusta que el suavizante sea azul. Me podía fijar en el envase, en la forma de su asa, en la botella transparente, en el tapón dosificador, en el sistema antigoteo, en su perfume, en la etiqueta... Pues no, todo eso es secundario, lo que de verdad me gusta es que sea azul.

Es de esas cosas en las que uno nunca se ha planteado que pueda o no haber una razón para hacerlas, sino más bien que si no las haces ya nada, nunca, será igual. Y que no me imagino yo poniéndole a la lavadora suavizante color melocotón, por poner un ejemplo.

Pero vamos, eso de tener rituales y creer que si uno no los cumple las cosas pueden ponerse muy, pero que muy complicadas no es algo que me pase solo a mi. Y sino que se lo digan a aquellos guerreros sajones que siempre, antes de empezar una batalla, preparaban unas cuantas ovejas y cabras con las que copulaban y a las que luego mataban y devoraban, única forma, según ellos, de hacerse invulnerables.

Mirado desde ese punto de vista, mi idea sobre que solo los suavizantes de color azul dejan las toallas como diosmanda, no deja de ser un juego de niños.