-   


  

2772. Lunes, 23 noviembre, 2015

 
Capítulo Dosmilésimo septingentésimo septuagésimo segundo: “Ni de que haga buen tiempo puede uno responder, pues después de unos días de un sol casi de estío de pronto viene el frío, se acumulan las nubes y comienza a llover. Y es que el mundo es un lío amigo mío. !Y qué se le va a hacer!".

Navidad, tiempo de (curiosa asociación) árboles de navidad. Y aunque todavía hay insensatos que ponen un árbol deverdá, cada vez hay más gente que, por aquello de causar algún daño a la naturaleza, lo ponen de plástico. Gran error, también causarán daño… a todos los que lo vean. Y mucho.

Con los árboles de plástico ocurre un fenómeno extraño, si tienes por ejemplo una cortina de plástico en algún sitio con el tiempo se gasta, se estropea y se queda descolorida. Entonces la coges, la tiras y pones una nueva. Pero eso no ocurre con un árbol de navidad de plástico que nunca parece tener una fecha de caducidad y mucho menos un final digno. Que cada año cuando vas a quitarle los adornos parece que te mira suplicante al más puro estilo maradrento diciendo.. ayúdame a morir paz porfa.

Sin embargo, pasas de él, lo metes en la caja otros once meses y hasta la próxima. Que ese árbol no tienen ni color, que ya está más pelao que el sobaco de una rana y tan torcido que apenas se mantiene en pie. Eso sin contar con que esa manía a usar el mismo un año tras otro está llevando a la ruina a los fabricantes de árboles de navidad de plástico. Y todo el mundo tiene derecho a vivir dignamente. Hasta alguien con el gusto tan atrofiado como ellos.