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2538. Jueves, 30 octubre, 2014

 
Capítulo Dosmilésimo quingentésimo trigésimo octavo: "Tal vez si prohibieran la literatura igual que la cocaína, la gente por puro morbo, buscaría meterse un par de líneas". (Alejandro Jodorowsky, 1929; escritor chileno).

No voy a usar este espacio sesudoalaparqueprofundo para participar en el debate ético, político y hasta legislativo que hay sobre comer -o mejor sobre no comer- demasiadas gominolas. Soy un convencido de que cada quien es y debe ser libre -y responsable- de llevarse a la boca lo que quiera y pueda, lo mismo por gusto, supervivencia y hasta por pose. Respeto a quien no quiera hacerlo y a quien crea que vivirá más y mejor por comer alfalfa el resto de su vida, pero el respeto siempre debe de ser mutuo. Por eso, no soporto a los pastores de las buenas conciencias que impulsan movimientos sin sentido en contra de los demás (como la patochada de moda en algunos restaurantes de poner de postre solo fruta) para protegernos de nosotros mismos.

Las gominolas me vuelven loco. Y si no viviera bajo el régimen intransigente de mis pantalones -y mi cartera-, probablemente saldría a atracón gominolero -con cuanta más azúcar mejor- diario. He dicho.