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2276. Martes, 20 agosto, 2013

 
Capítulo Dosmilésimo ducentésimo septuagésimo sexto: "Cuando los comerciantes se reúnen, la conversación termina en una conspiración para aumentar los precios”. (Adam Smith, 1723-1790, economista británico)

Un error que después de tantos años aún no han podido solucionar las mentes más pensantes del mundo: no hay un verdadero tratado que especifique claramente las posturas de la lengua al dar besos. Y claro, uno cierra los ojos, mete la susodicha hasta el fondo, hace la endoscópia correspondiente y al cabo de un rato en lo único que te puede concentrarse es en pensar cómo acabar aquello bien.

Porque los besos a tornillo suelen durar mucho, y no por gusto; simplemente piensas: pues yo no lo acabo, a ver si la fastidio, y claro la otra lengua piensa lo mismo y aquello se alarga innecesariamente hasta llegar un momento en que la angustia hace que abras los ojos de golpe y caes en la cuenta: ¡pero qué poco romántico es dar un morreo con los ojos abiertos! Claro que situación mucho más extraña es cuando al abrirlos ves que tu pareja también los tiene abiertos. Se produce un encuentro extraño…esos ojos tan grandes mirándote, bizcos, y con la boca abierta.

Hay situaciones en las que, por mucho empeño que uno ponga, no puedes salir airoso.