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2142. Martes, 18 diciembre, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo centésimo cuadragésimo segundo: "Un ratón no confía nunca su vida a un solo agujero” (Proverbio griego)

El doctor William Master y doctora Virginia Johnson realizaron a finales de los cincuenta y principios de los sesenta el estudio más detallado sobre la sexualidad humana. Armados de paciencia, ambos observaron más de 10.000 coitos en su laboratorio. Y fue un trabajo científico ya que en este caso "observar", además de mirar, incluía colocar a los participantes unos sensores que lo registraban todo, con lo cual Masters y Jonshon sabían exactamente lo que, minuto a minuto, estaba ocurriendo en cada relación, pudiendo establecer así sus famosas cinco fases, unas fases que han sido la base de todas las investigaciones posteriores. Teniendo en cuenta que hasta el mirón más persistente se hubiera hartado pasadas las mil primera escenas -algunos degenerados incluso antes- hay que reconocerle a estos científicos una dedicación impresionante.

Hasta ahí bien. Pero no estaría de más romper una lanza por los personajes anónimos que nunca se llevan el mérito por más que resulten imprescindibles en este tipo de estudios. Técnicos, colaboradores, ayudantes.. pero sobre todo las limpiadoras, verdaderas protagonistas para un buen resultado final, limpiadoras sin las cuales nada de eso se hubiera llevado a cabo. Bueno, llevarse a cabo posiblemente sí, pero las condiciones -y por tanto las conclusiones- nunca hubieran sido las mismas. Al menos a partir del quinto. Cuestión de polvo.

Al Cesar lo que es del Cesar.