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2100. Martes, 9 octubre, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo centésimo: "Las grandes obras las sueñan los genios locos, las ejecutan los luchadores natos, las disfrutan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos". (Proverbio ruso)

Es verdad, no hay que ser pesimistas, no debemos estar tristes. El futuro no es tan negro como nos lo pintan. La crisis económica desarrollará las grandes virtudes que la soberbia humana tenía arrinconadas. Todos seremos más modestos, más templados, más sobrios. Hay que admitir, dándonos golpes de pecho, que estábamos exagerando: ahora, por fin, las cosas volverán a su sitio y los pobres serán pobres y los ricos serán ricos, como ha sido siempre. Los pelagatos bajaremos de la nube y volveremos a la alpargata y al tocino, que es lo suyo.

Habíamos llegado a un extremo intolerable: ya nadie quería morir como antes, de gripe, de pulmonía, de sarna o de sabañones. Todos querían vivir lo suficiente para morir de enfermedades de señoritos. Pero eso se acabó. A partir de ahora morirán estrellados con el coche, de infarto de miocardio o despanzurrados en un accidente de avión sólo los que dispongan de una renta estable que les permitan llegar a las edades propias de esas cosas.

Y lo mismo pasará con los niños. Todos quieren tener hijos que sobrevivan a los peligros de la infancia. Y eso, en la crisis en la que nos movemos, es imposible. Ahora debemos volver a aquellos admirables tiempos en que sólo los fuertes llegaban a adultos. Goya, genio de raza hispana, tuvo veinte hijos y se le murieron diecinueve. Eso es vida y no como ahora que no solamente quieren que vivan todos sus hijos, sino que además quieren que sean futbolistos o modelas.

Ahora los gañanes volveremos a la azada y los señoritos a la jaca. Se acabó eso de tomar whisky en la misma barra. Los pobres nos haremos más sufridos, aumentará nuestra religiosidad y las grandes fajas-camiseta-calzoncillo sustituirán por fin a los cinturones de marca con hebilla deslumbrante, expresión de una cultura exhibicionista y pseudofálica de nuevos ricos. Aumentará entre el pueblo la afición a la metafísica, la patata cocida y a la manteca con pimentón. Los ricos de toda la vida, por su parte, podrán demostrarlo conduciendo sus coches por las autopistas semivacías y podrán andar por Londres y París sin temor a encontrase con los irritantes compatriotas chillones, carne de vuelos baratos.

Es decir, vamos a tener menos baratijas, menos cosas innecesarias, pero en cambio vamos a aumentar nuestra reserva espiritual dando para gozar de una nueva edad de oro.

!Ah! y florecerá la poesía social y la novela naturista. Como siempre debió de ser.