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2052. Viernes, 29 junio, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo quincuagésimo segundo: " Me gustan sus ojos, tienen un girasol en la mitad. A veces creo que el girasol es un laberinto, pero no importa, es acogedor. (Carolina Coronado, 1820 - 1911; poetisa española)

Que las señoritas meretrices y/o trabajadoras del amor (putas) cumplen una dura, muy dura, función social es evidente. Que su trabajo es uno de los más pesados que pueden existir es indiscutible. Pero de ahí a pretender sindicarlas en la categoría del "metal"... no sé yo.

Durante la Segunda República a los correspondientes responsables del tema no se les ocurrió otra cosa que encuadrar a las ejercientes del oficio más viejo del mundo (putas) dentro del sindicato del metal, creando además, (supongo que para no desentonar con el resto de oficios), distintas categorías según las particulares características laborales de tan respetable gremio.

Las que más cobraban (algo así como las directivas del asunto) eran las "cocottes"; las amantes fijas de gente acomodada entraban en el epígrafe de "cortesanas"; cuando las fijas eran amantes de clase media se tenían que inscribir en el apartado de "entretenidas", mientras que las que ejercían en burdeles se agrupaban en la categoría "de mala vida" y las que tenían su puesto de trabajo directamente en la calle tenían que inscribirse en un último apartado: "peripatéticas"

"Peripatético".. nunca hubiera encontrado yo un epígrafe mejor para encuadrar mi situación laboral... El último escalón de aquellos que cambiamos nuestras "habilidades" por un mísero sueldo a final del mes.

Aunque lo hagamos bajo techo. Y que no falte.