Capítulo Dosmilésimo vigésimo quinto: "El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan" (Pablo Neruda, 1904 - 1973; poeta chileno)
Érase un tiempo en que proliferaban las sociedades de ahorro e inversión. Y ofrecían el oro y el moro a los súbitos de un lejano país llamado España, con lo que todo el mundo estaba deseando tener unos eurillos y dárselos a los inversores que, de tan buenas personas que eran, prometían dar duros a pesetas (o -en el
sistemamétrico actual- dar euros a céntimos).
Y nadie niega que entre tales sociedades también las hubiera de buena fe. Pero como recoger el dinero (ajeno) es tan goloso, y aviesamente practicado desde mucho antes (incluso) de que naciera la duquesadealba, hubo muchas sociedades que inventaron un lema que cumplían a rajatabla "deme usted su dinero y lo tendrá ahorrado siempre, porque ya no volverá a verlo nunca".
O, traducido a un lenguaje de esos del marketing para captar clientes, “sea original llevando la contraria a los demás: disfrute ahora de una de esas pocas veces en que meter algo es extremadamente fácil y sacarlo, no tanto.”
Tan asqueroso (casi) como encontrar un preservativo usado en un tarro de mayonesa (sobre todo si está en el fondo y ya has dado buena cuenta de ella), pero, por desgracia, tan real como la vida misma.