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2006. Lunes, 23 abril, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo sexto: "Mi pesimismo no es sino una variedad del optimismo” (Jean Cocteau, 1889 -1963; dramaturgo francés)

La vida, a pesar de todo, tiene sus inconvenientes. No todo es alentador, no siempre se tienen ganas de enfrentarse a ella. Resulta que la vida está llena de limitaciones, que a veces es triste, a veces lamentable, en ocasiones insípidas, y lo peor es que no hay a quien echarle la culpa. Por eso, que las cosas cotidianas vayan mal es un gran consuelo. Porque entonces se tropieza con cada una, se rabia un poco -o un mucho- y se piensa que, si no fuera por eso, porque todo va mal, todo sería una maravilla. Si nos vamos a duchar y no llega el agua caliente, o las tuberías no tragan, o no nos gusta el destino de nuestros impuestos, o el atasco no avanza, el jefe es un borde y el sueldo no nos permite llegar ni a mitad de mes, nos sentimos deprimidos, irritados, impacientes y pensamos que, si las cosas fuesen de otro modo, estaríamos encantados y es precisamente esta esperanza la que nos hace salvar el presente refugiándonos en ella.

Con otras palabras, el noventa y cinco por ciento de las cosas marchan con normalidad y eficacia, y por tanto el tropiezo, el descontento y la queja son excepcionales.

O el que no se conforma es porque no quiere. Especialmente los lunes.