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1987. Martes 20 marzo, 2012

 
Capítulo Milésimo noningentésimo octogésimo séptimo: "Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho". (Isaac Asimov, 1920 -1992; bioquímico ruso)

Entre todas las invenciones que en el curso del tiempo han ido haciendo los hombres, pongamos como ejemplo la del fuego y la de la rueda, porque de ellas se habla mucho -estoy seguro de que esos inventos se harían de casualidad-; a mi modo de ver, el invento más importante que se ha realizado en el mundo es el de la cama. La cosa, en un primer análisis parece sencilla, pero su sencillez tiene más complicaciones que el vapor o la electricidad. La cama, en su concepción primitiva, como objeto preciso para que el hombre duerma, proporciona no sólo descanso sino que es uno de los objetos que más nos ayuda en la vida para que ésta no sea tan áspera, tan dura y tan cruel, siempre dispuesta a ser amable no sólo para el sueño y el ensueño, sino para el mismo insomnio.

Claro está que es desagradable esto de dar muchas vueltas en la cama, pero, aun dando muchas vueltas, como la cama no tiene culpa, nos cuesta siempre salir de la cama; porque sabemos que en el mundo no existe una fidelidad como la suya. La cama nos abre sus brazos a la hora que sea, sin recriminaciones ni enfados, y nos sirve no sólo para dormir, sino para leer, para escribir, para comer, para gozar, y hasta para soñar, cosa muy importante, porque desgraciado el que no sueña por lo menos una hora al día.

He ahí un centenario -o milenario- que no se puede celebrar, el de la cama. Su inventor nunca podrá ser premio Nobel. Y aunque los agoreros dicen que en ella hacemos todos los días un ensayo general de la muerte, la cama es, sin duda, la medicina más universal y efectiva. ¿A ver qué médico no ha dicho alguna vez: "esto se le arregla a usted con unos días de cama"?

Justo donde debería de estar yo ahora.