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1927. Jueves, 1 diciembre, 2011

 
Capítulo Milésimo noningentésimo vigésimo séptimo: "No hay cosa más excusada y aun perdida que el contar el miserable sus desdichas a quien tiene el pecho colmado de contentos" (Miguel de Cervantes Saavedra,1547-1616; escritor español)

Aunque denostada por la cultura oficial, pocas cosas hay tan exactas, claras y bien organizadas como la poesía estructural. Una poesía que despanzurra los términos, extrae las tripas de los conceptos esotéricos y desenreda los mondongos etimológicos como ningún otro tipo de poesía anterior. Y como el movimiento se demuestra andando, para muestra un botón

Diérale Críspulo, pérfido,
un ósculo a su discípulo,
y supúsole un minúsculo
e ignífugo pretérito.

Dijérale muy socrática
la víctima sin estética:
"Cuán estúpida es la ética
del romántico en la práctica".

"!Oh!, platónico adminículo",
respondiérale volcánico,
y abrazándole satánico
sellárale otro capítulo.

"Ríndeté, ah, híspido hispánico
-exclamárale retórico-,
a mi espíritu pletórico
y mi glúteo didáctico".

Divorciándose del íncubo
catedrático y su fórmula,
aplicárale la rótula
de súbito en los testículos.

A este epílogo polémico
de una líbido académica,
hízose acústica réplica:
expulsáronle al quimérico.

Nada hay como un poema estructural para dejar las cosas claras y colocar cada sentimiento justo donde corresponde.