-   


  

1828. Martes, 24 mayo, 2011

 
Capítulo Milésimo octingentésimo vigésimo octavo: "A los pobres habría que prohibirles hablar de dinero, porque nadie debe hablar de aquello que no conoce" (Raúl H., 17 años; acampado en Sol)

Te sientes romántico y te pones a escribir un poema, un simple y hermoso poema que refleje los convulsos tiempos en los que nos está tocando vivir. Neorrealismo romántico en estado puro.

-El zapato me aprieta.

Aquí creo necesario aclarar que esa primera línea no lleva implícita una velada crítica a ningún sistema social, ni nada. "Aprieta" no debe tomarse como imagen de clima opresivo y el "zapato" es tan solo eso: un zapato.

- El calcetín me da calor.

Hablo de mí calcetín, por supuesto. Oseasé, una austera media varonil; no de esas que ciñen intimidades femeninas a las que no ha sido mi intención referirme en ningún momento.

- Y ese yogurín de enfrente me tiene loco de amor.

A ver, amor en el más puro de los sentidos, entiéndase bien. Conozco a sus padres, personas de moral intachable y ejemplo de lo que debe ser una familia. Por tanto que nadie imagine situaciones equívocas.

Sólo como aclaración: he querido dejar todo bien reseñado no vaya a ser que alguien crea que yo soy uno de esos cretinos que, aprovechando que se puede hablar de todo, se dedica a lanzar ataques gratuitos sobre colectivos minoritarios protegidos algo que, inevitablemente, me llevaría al ostracismo cultural.

De todas formas, tal y como se están poniendo las cosas…¡Qué difícil es intentar ser un poeta políticamente correcto!