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1783. Jueves, 10 marzo, 2011

 
Capítulo Milésimo septingentésimo octogésimo tercero: “Si amas, perdona; si no amas, olvida” (Vicki Baum, 1888-1960; escritora austriaca)

Salimos los dos. Volví yo solo. Mi bolígrafo se perdió en el camino. Ni robado, ni olvidado: perdido. La más triste de todas las posibilidades, porque nunca se sabe ni cómo ni dónde ni por qué, y ese absoluto misterio admite la hipótesis de un abandono; porque nunca se acaba de creer que así ocurrió, y se busca en todas las mesas y se registra en todos los bolsillos con una esperanza cada vez más pequeña y una decepción cada vez más grande.

Se perdió. Quizá haya muerto aplastado bajo un peso brutal, esparciendo en el suelo su sangre azul oscura; quizá haya cambiado de destino y le obliguen a trazar números en algún papel. Si es así, durará poco. No tenía aptitud para las cuentas. Hasta al dibujar las cifras revelaba la torpeza de no haberse ejercitado en ello. !Infeliz! De todas formas, nada tengo que reprocharle. Nos llevábamos bien y estará presente en mi recuerdo entre todos los bolígrafos que tuve y que tendré.