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1714. Miércoles, 17 noviembre, 2010

 
Capítulo Milésimo septingentésimo decimocuarto: "Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace" (Jean Paul Sartre, 1905-1980; escritor francés)

Que no digo yo que prevenir no sea bueno, tampoco es eso. Pero cada vez me angustia (y este "angustia" es un decir para quedar bien porque la verdad es que me la trae al pairo) la angustia (ésta sí suele ser de verdad) de los padres empeñados en acabar en urgencias cada vez que nota que el niño carraspea y los que, una vez allí, sólo les falta dale al mir de guardia la lista de todo lo que pudiera tener la criatura impresa directamente del google, en negrita y a doble espacio. Enfermedades tropicales incluidas.

Antes era todo más fácil. Daba igual que aparecieras en casa con un rasguño o con el ojo de la mano, la solución siempre estaba en una caja de zapatos, botiquín multiusos con forma (curiosamente) de caja de zapatos, que concentraba, en sus tres productos estrella, el mejor servicio de urgencias de cualquier hospital: aspirinas, mercromina y agua oxigenada.

Y ahora que me acuerdo, tengo yo una frustación de por aquel entonces; por alguna extraña razón sólo unos pocos afortunados en el barrio llegaban a tener tiritas en las heridas, algo que yo siempre pedía y a lo que siempre me contestaban de la misma manera: "¿Tititas?, no, las tiritas se han acabado, toma un cacho algodón y aprieta".