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1697. Lunes, 18 octubre, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo nonagésimo séptimo: “!Facilísimo! Para usted , por supuesto. Es lo que dicen los hombres vulgares ante los prodigios de la ciencia. Lo malo es que dicen lo mismo ante los trucos de los prestidigitadores". (Salvador Golpe Varela, 1850 - 1909; periodista español)

Puede que sí, que sea de verdad un producto 100% natural, pero las pipas son, entre otras muchas cosas, enormemente sucias e indigestas, además de producir una adición incontrolada de su consumo. En cualquiera de sus variantes. Y son unas cuantas: de girasol, de calabaza, saladas, peladas, mediasal, y hasta habrá algunas con sabor a anchoas. Las secuelas, después de pelarlas y zamparte una bolsa, no son moco de pavo: boca pastosa, dientes llenos de residuos y un dolor de estomago considerable. Eso sin contar con las calorías que te has metido para el cuerpo ya que, al contrario de lo que algunos creen, el aceite de girasol que venden en las tiendas no se saca del que les sobra a los coches. Al menos no todo.

Muy cerca están las palomitas, estas menos 100% naturales (deben de andar por un 87,46% o así) que las pipas pero igual de indigestas. Las hay de fantasía, de colores, las hay que saben a demonios y hasta una variante angustiosamente empalagosa: las bañadas en miel. Las secuelas que produce su consumo son muy parecidas a la de las pipas: boca como estropajo y restos de ellas por toda la boca, especialmente pegados en la dentadura, durante varios días.

Como buenas sustancias adictivas que son deberían de estar prohibidas, o al menos las autoridades sanitarias –tan aficionadas a advertir de lo malo que es todo- deberían establecer un estricto control sobre su venta. No es justo que mientras te ponen mil pegas para comprar uno míseros gramos de speed, por ejemplo, puedas comprar bolsas de tres kilos de pipas y dos de palomitas sin ningún tipo de vigilancia. Así nos va.