-   


  

1682. Viernes, 24 septiembre, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo octogésimo segundo: “Todas hieren; la última mata. (Inscripción en un reloj de sol)

Sé que a ninguno de los que leen esto cada día les va a interesar (por razones obvias) el tema de hoy, el jelquing, palabro que nadie sabe de dónde viene y que -traducido como ordeñamiento- describe una técnica árabe milenaria pasada de padres a hijos destinada a alargar el miembro masculino (oseasé el pito).

La técnica del jelquing -tal como indica su traducción- consiste en realizar una serie de ejercicios a lo largo de la longitud de la pieza a explayar (oseasé el pito) y que se extiendan, de forma regular y constante, de la base a la punta. Su principio está basado en que, a través del estiramiento y la expansión de las cavidades interiores del aparato en cuestión (oseasé el pito) -mediante los susodichos ejercicios manuales- los tejidos que las cubren crecerán, permitiendo que aquello acabe ganándole terreno a la nada.

No seré yo quien recomiende tal cosa ya que, por mucho cuidado que uno tenga, manipular aquello (oseasé el pito) todos los días y durante un largo tiempo (para otra cosa que no sea sus funciones biológicas, claro) no puede ser bueno. La materia prima en cuestión (oseasé el pito) es extremadamente sensible y muy (pero que muy) importante como para hacer experimentos con ella.

Además, ¿a quién le hace falta? ¿Verdad?