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1661. Miércoles, 21 julio, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo sexagésimo primero: “Dar es el verbo más corto de la primera conjugación, pero no dar es el más barato” (Amelia G., 64 años; jubilada)

Por mucho tiempo que pase, por más que sus descendientes, (con el único fin de que olvidáramos la cruel y miserable humillación a la que, por su culpa, nos vimos sometidos un nefasto día de nuestras vidas, hayan intentando lavar su imagen inventándose algún que otro merito literario), nosotros no olvidamos. El responsable de tan inhumana y brutal vejación tiene nombre propio: Frances Hodgson Burnett.

Semejante personaje publicó en 1885 "El pequeño Lord", novela sobre un protagonista verídico, el lord infantil Fauntleroy, cuyas ilustraciones popularizaron la imagen de un niño que iba siempre vestido de forma emperifollada y hasta presumía de tener en su ropero un uniforme de la marina.

El gran éxito que obtuvo con su brillante relato instauró la costumbre de que los hijos varones de las familias acomodadas primero, y del resto después, hicieran la Primera Comunión vestidos de uniformes.

Él es el culpable último de algunas de las más espeluznantes, terroríficas y aterradoras imágenes que nunca debieron producirse pero que están ahí para escarnio y vergüenza de su obligado protagonista: yo.



¿Dónde estaba la ONU, el tribunal ese de Estrasburgo, el defensordelmenor, tantas y tantas oenegeses a las que se le llena la boca de defender a la infancia, o simplemente alguien con un mínimo de sentido común, cuando tantísima falta hacían?

Todos tenemos un pasado… y algunos lo tenemos negro. Pero que muy negro.