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1654. Lunes, 12 julio, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo quincuagésimo cuarto: "Yo sé que vivo entre dos paréntesis” (Octavio Paz, 1914- 1998; escritor mexicano)

La ilusión de cualquier vago vocacional (de los de verdad, de los que lo llevamos en la sangre... que hay mucho vago aficionado que dice ser vago sólo por moda mientras su espíritu de tal deja mucho que desear) es que, ya que hay que estar en el trabajo, uno tenga que esforzarse lo mínimo imprescindible. Peeeeeero sin olvidar un importante detalle: que no se note... O al menos que no se note mucho.

Parece que he encontrado la solución para poner en marcha tan ardua tarea (no trabajar sin que se note... no es nada fácil, lo hemos comprobado todos) en uno de los libros más prácticos que he leído últimamente, su título: "Manual de supervivencia para vagos y afines" y su lema es de los de seguir al pié de la letra: "Los perezosos viven para los placeres de la vida, pero el trabajo no es uno de ellos".

- Primera norma: Ser lento. Hay que hacer el trabajo que nos encarguen muy despacio, el resultado es infalible siempre que uno no se pase. El truco consiste en "vender" que lo que estamos haciendo es algo muy importante y que requiere mucho tiempo y atención. Es infalible, nadie te dará más trabajo hasta que no acabes la "complicada" tarea que tienes entre manos.

- Segunda: Hacerse notar. Para esto se necesita un poco de práctica pero se acaba consiguiendo, suele ser efectivo pasear de arriba abajo mientras explicas a todos lo complicado que resulta el trabajo que realizas. Si hay alguna posibilidad de salir, también es efectivo que cuando uno se escaquee deje bien claro que tiene una cita de trabajo imprescindible, además de dar prestigio, podrás desayunar a gusto.

- Tercera: Quejarse sin razón. Todos sabemos que una mentira repetida cien veces al final se convierte en verdad, por lo tanto nada mejor que repetir alto y claro la cantidad de trabajo que tienes, algo que además te permitirá hacer otras cosas sin que los demás te señalen como un vago.

- Cuarta: Ponerse enfermo. Algo muy útil, sobre todo ciertos días, pero de lo que conviene no abusar. Hay que tener siempre preparado el terreno encargándose de pregonar los días antes la cantidad de trabajo que hay esa semana y lo agobiado que estás, para que hasta el jefe piense que te has quedado en la cama por puro agotamiento laboral.

- Y quinta: Pedir siempre consejo a los demás sobre la tarea que uno realiza pero no aportar ideas nunca. Así te evitarás un trabajo innecesario ya que si sigues lo que te digan los demás no tendrás que malgastar tu tiempo pensando en ideas propias y, lo que es mejor, si algo sale mal sabrás a quien echarle la culpa.

A practicar, a practicar, a practicar....