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1638. Viernes, 18 junio, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo trigésimo octavo: "Ante las señoras que llevan una pulsera en el tobillo lo que más intriga es cómo ha podido llegar hasta allí desde la muñeca” (Ramón Gómez de la Serna, 1888-1963; escritor español)

Los Muria son una tribu del estado indio de Madya Pradesh que fueron descubiertos por el británico Verrier Edwin en 1950, quien llegó como misionero y acabó estudiando sus costumbres. Unas costumbres que, según las empecé a leer, me dieron ganas de salir corriendo para hacer una inmersión total y absoluta en tan competente pueblo.

Consideran -y como tradición que es lo cumplen a rajatabla- que si los muchachos y muchachas sacian su curiosidad acostándose con todos los miembros de la tribu que así lo deseen, el riesgo de adulterio disminuirá casi totalmente y los celos no tendrán sentido. Además, como duchos que son en estos menesteres, su cultura es muy rigurosa ante las posibles consecuencias de tan distraída costumbre; saben, porque así se lo han contado sus mayores, que para que una mujer se quede embarazada tiene que retozar con un mismo hombre más de tres veces… por lo que llevan a cabo un riguroso control de natalidad mediante la imposición de límites a la duración de las parejas, asegurándose así de que no haya embarazos no deseados.

Una sociedad casi perfecta en estas cuestiones si no fuera por un pequeño detalle que tira por tierra semejante perfección y anula cualquier ventaja anterior por muy apetecible que pueda parecer (que lo parece, que lo parece): resulta que, para este pueblo, copular es un deber obligatorio que el hombre tiene para con la mujer... y un derecho de ésta para ser desagraviada por las molestias de las menstruaciones y los dolores del parto.

Era demasiado bonito para ser verdad.