-   


  

1636. Miércoles, 16 junio, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo trigésimo sexto: “Rascad la piel de un escéptico, y casi siempre hallaréis debajo los nervios doloridos de un sentimental” (Daniel d'Arc, 1959; cantante francés)

Sí, es verdad, yo, que me bajo muchas películas de internet, soy el primero que lo reconozco: no es lo mismo verlas en la tele de casa que en el cine. Ni mucho menos.

En el cine hay más emoción, más misterio, más pasión. El cine es ese sitio en el que nunca habrá entradas para la película que buscas aunque para que te lo confirmen tengas que aguantar a una cola insufrible de niños empeñados en ver un pollo de color amarillopollo luchando contra extraterrestres de color verdemanzana, o a los aún más insoportables intelectuales hablando del trasfondo alegórico de Etéreamente subetérea, la última película sueca del realizador húngaro (aunque nacido en Bulgaria y nacionalizado polaco) Jagsfefrtxixk Hurtgfshbger. El cine es ese sitio en el que nunca te paran la película para ir al retrete (aunque te estés meando encima) o para ir a buscar algo a la nevera (aunque te estés muriendo de hambre) y en el que parece que tienen contratado a un tío más alto que tú para que se siente justo delante. Un sitio el que no hay una mesa para poner la cocacola ni dejan entrar al repartidor del telepizza, y donde siempre hay un tipo entendido que protesta porque no le dejan hasta el final los créditos y no puede leer como se llamaba el ayudante del segundo operador de cámara del módulo de filmación de la tercera unidad móvil. Un sitio en el que, para postre, entrar y ver una película acompañado de otras doscientas personas te cuesta lo mismo que la comida de toda la semana si la compras en elmercadona.

Definitivamente no, no es lo mismo.