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1556. Jueves, 11 febrero, 2010

 
Capítulo Milésimo quingentésimo quincuagésimo sexto: “Los hombres creen que las mujeres son peores que ellos y las mujeres creen que son peores los hombres; pero ambos se equivocan”. (Noel Clarasó, 1899 - 1985; escritor español)

Un amigo recién llegado de los EE.UU. me recomienda entusiasmado un novísimo producto de propiedades regenerativas y rejuvenecedoras. Dice que se encuentra mucho mejor, más joven desde que lo toma. Tengo otro amigo que desde hace años se vigoriza con una grajeas, me parece que también americanas (estas cosas, como el cine, siempre son mejores si son americanas) en las que según leí a su tiempo, además de toda suerte de vitaminas y minerales hay una planta china -o coreana vete a saber- en la que reside un gran secreto vital.

Según explica el simulacro de prospecto que se adjunta (seguro que traducido directamente por alguna máquina internetera) , esa planta, pulverizada, “estimula la reduplicación autorrenovadora de los grupos celulares y contrarresta el efecto del exceso de iones flotantes en nuestro organismo que liberan las neuronas mentales". De este galimatías, que no entiendo, se deduce que la angustia, la presión social a la que estamos sometidos nos carga de iones. Acabamos por tener tanta electricidad dentro que su tensión nos agota y, de algún modo, se comunica y carga de tensiones la vida en torno a nosotros.

¿Y cómo librarnos de esa electricidad que acumulamos si no tenemos las famosas pastillitas? Fácil. Tengo entendido que si generas tu propia energía el sobrante de la misma puedes enviarlo por la red eléctrica y te la pagan a buen precio. Va a ser una buena solución para librarse de ella. Y hasta podemos sacarnos unos eurillos.