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1521. Viernes, 11 noviembre, 2009

 
Capítulo Milésimo quingentésimo vigésimo primero: "Al reloj parado le queda el orgullo de que dos veces al día señala la hora que es” (Ramón Gómez de la Serna, 1888-1963; escritor español)

Cuando llega la época del celo la mayoría de los animales resultan (resultamos) ser poco selectivos a la hora de buscar apaño que nos alivie de los naturales -e incontinentes- apetitos lúbricos. Dicho más finamente: en tiempos de guerra todo agujero es trinchera.

Sin embargo, el asunto no es caprichoso. Gracias a esta estrategia, por ejemplo, no sólo los feos (también) podemos pillar cacho alguna que otra vez (aunque tengamos que esperar a altas horas de la madrugada para lograrlo) sino que seres mucho más inteligentes que nosotros, como las plantas, pueden engañar a inocentes insectos que, verracos perdidos como van, confunden su corola -la de la planta- con una hembra de su especie y acaban pegándole un buen revolcón para así, sin saberlo, transportar el polen de su compañera ocasional hacia la próxima conquista.

Aunque no todos son tan inconscientes. Los grillos mormones, por ejemplo, no se dejan engañar tan fácilmente y usan un método que les suele dar muy buenos resultados: antes de ponerse a retozar con una presunta, la elevan en el aire eligiendo, para intercambiar sus fluidos, a aquella que más pese, a la más gorda, reduciendo así las posibilidades de acabar cohabitando con la primera hoja en forma de grilla mormona que se le cruce en el camino.

Curiosamente, y a pesar de los muchos estudios que sobre el tema se han realizado, la tasa de anorexia entre la población femenina de esta especie es inexistente.