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1473. Miércoles, 30 septiembre, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo septuagésimo tercero: “Sonríe y todo el mundo te preguntará que te pasa" (Proverbio maltés)

Ríos de tinta se han gastado hablando del trágico final al que están destinados los pobres mantis religiosos, devorados por sus señoras esposas en el momento de consumar el matrimonio (que digo yo que siendo religiosas tienen que estar casados y bien casados por la iglesia). Algo que, bien mirado, tampoco es para llevarse las manos a la cabeza. Es verdad que al pobre le sale caro echar uno, pero la cosa también se da en la especie humana y con peores resultados, sólo hace falta ver la cantidad de parejas en las que ella se pasa la vida comiéndole la cabeza a él y encima al final ni moja ni nada, eso sí que debe de ser triste.

A lo que íbamos. Decía que mucho se ha dicho de los que mojan, pero poco, muy poco se ha dicho sobre la cruel vida que tienen que llevar los mantis que, intentando huir de tan angustioso final, se resisten a caer en las garras de semejantes víboras procurando permanecer solteros por todos los medios.

Mal lo deben de pasar en su adolescencia, que tiene que darte muy mal rollo estar seguro de que todas las mantis de la pandilla sepan que todavía eres virgen. Pero peor de adulto, que no te quiero contar nada cuando tengas un trabajo y aparezcas -mañana sí y mañana también- para aguantar las murmuraciones de tus compañeras preguntándose sino serás un poco rarito, o lo que es peor, dándose codazos unas a otras mientras comentan lo típico que todas las compañeras de trabajo comentan en estos casos: “pobre, seguro, seguro que su mujer no se la come bien" .

Y esas cosas duelen.