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1438. Miércoles, 22 julio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo trigésimo octavo: “La vejez llega inesperadamente. De pronto ya no saltas de la silla; te levantas, que es una acción distinta”. (Katharine Hepburn, 1907-2003; actriz estadounidense)

Dicen que los niños aprenden una media de setenta palabras al día. Ellos mismos. Sin embargo, tengo un amigo que, con cierto criterio lógico, sostiene que bastan tres frases (y a veces hasta sobraría alguna) para poder desenvolverse en la vida. Tres frases en forma de preguntas que sólo sería necesario adaptar un par de veces coincidiendo con las dos grandes etapas que todo ser humano (persona) atraviesa en su vida. Una primera que va desde que empiezas a hablar hasta que encuentras una pareja (lo que él llama la abducción), y una segunda que se extendería desde el momento en que se produce esa abducción hasta que uno ya la palma.

En la primera etapa, -que suele coincidir con la residencia permanente (y obligatoria) en casa de tus padres- basta con conocer tres preguntas básicas, preguntas que iran rotando según las circustancias: “¿qué hay de comer?”, para el día a día. “¿cuánto falta?”, para los viajes, y la imprescindible aunque sólo reservada (por desgracia) para los fines de semana: “¿me das la paga?". Puede añadirse una cuarta a modelo de comodín (de la que no se debe abusar a pesar de las miles de tentaciones que existirán para hacerlo), y que sería la tan socorrida “¿pero por qué yo?”.

Tres preguntas que se adaptaran (aunque levemente) una vez que se sea abducido por la pareja correspondiente (segunda etapa natural en la vida de cualquier persona humana) pasando a: "¿qué hay de cena?", para el día a día, “pa qué coño quieres el dinero”, para los viajes, y la única que se repite en las dos etapas, la imprescindible aunque sólo reservada (por desgracia) para los fines de semana (si hay suerte) : “cuanto falta”, que en este caso suele ir acompañada del añadido “te” y alguna coletilla que variará según costumbre de la casa aunque, sin duda, la más extendida es aquella de “¿cuando te falta? porque yo ya...

Y acabando con un lema que todos, aunque muy especialmente los que ya tenemos una cierta edad, deberíamos tener muy presente este verano: