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1436. Lunes, 20 julio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo trigésimo sexto: "Cuando saltes de alegría, cuida de que nadie te quite la tierra debajo de los pies." (Stanislaw Jerzy Lec, 1909-1966, escritor polaco)

Distraído, descentrado, alejado de la realidad, desvinculado del interés del momento, sin capacidad para hacerme cargo de la situación... si me dieran un euro cada vez que me han dicho que dejara de estar en la Luna y volviera a la realidad ya sería millonario.

Y sin embargo, mirar la Luna, posarse en ella, puede ofrecer nuevas perspectivas. La Luna es reflexión. Nos da qué pensar, nos hace pensar. Nos saca del limitado horizonte de lo inmediato, nos enseña otras pisadas, las que se muestran en un determinado soñar, imaginar, desear, las que sustentan la capacidad de procurar algo diferente, algo mejor. Si no pasamos por ello, si no somos capaces de estar en la Luna de vez en cuando, nos perderemos los mejores espacios para disfrutar en la Tierra.

En la Luna estoy, precisamente el día en que se cumplen 40 años desde que Neil Armstrong pisara por primera vez su superficie, y, aunque teóricamente hoy tengo que volver a la (frenética) actividad laboral, no pienso bajarme de ella tan fácilmente. De aquí y hasta mi segunda tanda de vacaciones (que empezarán el siete de agosto), pienso trabajar menos que el spray antivioladores de Susan Boyle. Ganas no me faltan.

He vuelto. A la fuerza. Hoy, como mal lunes que es, sólo con una tonta introducción, mañana ya al turrón..