Capítulo Milésimo tricentésimo cuadragésimo noveno: “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan". (Arnold Joseph Toynbee 1889-1975; filósofo e historiador británico)Aunque el
anfetamínico showman que tienen como presidente los franceses acabe dejando a un lado al resto de países europeos, uno de los pueblos que más contribuyeron a la formación de Europa fue, sin duda, el de los los germanos, en aquella época divididos en multitud de tribus que luchaban entre sí y cuya enumeración, además de fatigosa, sobraría. ¿A quién le puede interesar las diferencias entre un
frisón y un
turcilingo?; ¿eran más aficionados a la cría de abejas los
rugios que los
usipetas?; ¿tenían mejor disposición para el patinaje en hielo los
bátabos que los
captos?; ¿eran más dados al baile típico los
tencterios que los
aduatucos? A nadie.
Sin embargo había dos cosas que les unían como pueblo. Una era su afición a las preguntas profundamente filosóficas; famosos fueron, por ejemplo, sus eternos debates sobre: ¿qué mitad de una mujer elegiríais, la superior o la inferior?
Y otra mucho más importante: su pensamiento -pilar fundamental de su organización social y jurídica-, que estaba basado en una sola premisa: el matrimonio no consiste en alcanzar una mayor o menor felicidad, consiste, simplemente, en estar casado.
Listos estos germanos. Por eso han llegado donde han llegado.