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1333. Lunes, 26 enero, 2009

 
Capítulo Milésimo tricentésimo trigésimo tercero: “El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento." (Erasmo de Rótterdam, 1466-1536; humanista holandés)

La señora, más pintada que una puerta, que veinte años atrás podía haber sido una barbie pero que ahora era la mala copia de una chochona de feria, sujetaba la puerta del ascensor. Nos dio tiempo a entrar a mi y a una parejita joven que venía detrás. Después de que cada uno recitáramos el piso al que íbamos, la chica joven empezó una conversación con la señora más pintada que una puerta. Mientras hablaba con ella, la chica joven expelió un silencioso pedo cuyo apestoso olor fue extendiéndose irremediablemente por aquel reducido espacio. La chica joven seguía hablando como si tal cosa mientras el chico que iba con ella daba claras muestras de nerviosismo. El muchacho era inocente de todo, pero ni su olfato ni su mente estaban ajenos al proceso que allí se fraguaba.; pensaba “todos van a creer que he sido yo”. Su mirada, angustiada por la magnitud del cuesco, le hacía ser el principal sospechoso. Mientras la chica seguía hablando, el olor fue extendiéndose a la misma velocidad que el rubor en la cara del muchacho. La señora más pintada que una puerta no pudo aguantar más y después de lanzar miradas asesinas al chico, se bajó refunfuñando un piso antes. La chica joven empezó a protestar: “Si no te hubieras puesto colorado, no se habría dado cuenta".

Hoy, salvo que estés bajo la sábana de la cama tu solo, todo el mundo lo ve raro, pero hubo épocas en las que tirarse pedos no era tan obvio no hacerlo. Hasta un emperador, Claudio, el listo con pinta de tonto, tuvo que promulgar un edicto, el “Flatum crepitumque ventris in convivio mettendis” para organizar todo aquello un poco y normalizar, por ejemplo, cómo se debían expeler las ventosidades durante las comidas.

Y es que el pedo es poca cosa. Y su mal olor menos. Uno, de los corrientes, está compuesto por un 59 por ciento de nitrógeno, un 21 por ciento de hidrógeno, un 9 por ciento de dióxido de carbono, un 7 por ciento de metano y un 4 por ciento de oxigeno. Nada fuera de lo normal. Además, sólo el uno por ciento de su composición –el sulfuro de hidrógeno- causa el mal olor. Un mal olor que, por cierto, ya hay calzoncillos, los "Under Ease", que gracias a llevar incorporado un filtro de carbón activado reemplazable en sus capas superpuestas (el mismo método que usan las jarras de filtrado de agua) lo eliminan completamente antes de que se pueda extender más de lo necesario.

Los pedos se expelen a una velocidad de tres metros por segundo ; cada persona, todas las personas -incluida la chochona pinturrujeada como una puerta-, produce aproximadamente medio litro de pedos al día a una temperatura de 37 grados centígrados. Y tan inflamables como los de los demás... que de eso ya se encargan el hidrógeno y el metano.

De todo este ahora delicado temao, que daría para el infinito y más allá, conviene quedarse con un consejo, tan viejo como útil: disimular siempre. Nada mejor que una buena tos a tiempo.