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1269. Jueves, 9 octubre, 2008

 
Capítulo Milésimo ducentésimo sexagésimo noveno: "No pongas amor donde no hay correspondencia, que luego te quedarás a la luna de Valencia” refrán español)

Enrique VIII y Ana Bolena tuvieron una hija que llegó (antes de morir ejecutada como era costumbre de la época) a Reina de Inglaterra bajo el muy original nombre para una reina inglesa (aunque ésta sí fue la primera en usarlo) de Isabel.

Y había un conde, el de Leicester, empeñado a toda costa en conquistarla.

Como el amor es una de las enfermedades mentales que más altera a quien la sufre, al pobre conde no se le ocurrió otra cosa que intentar obtener los favores de su amada regalándole durante diecisiete días seguidos y sin parar, conciertos de trompeta "adornados" con fuegos artificiales y bailarinas vestidas como ninfas y doncellas que salían portando espadas de un lago, un lago que hizo construir especialmente para la ocasión.

Después de tan largo y rumboso espectáculo que acabo dejando en la más absoluta de las ruinas al conde, al pobre (ya "pobre" en todos los sentidos) no se le ocurrió otra cosa que pedirle a la afortunada señorita que se casara con él.

Y ella le dijo que no.

Aunque las comparaciones sean odiosas está claro que en los asuntos del corazón siempre hay alguien que nos supera a la hora de hacer el tonto. Y mira que hemos hecho el tonto por amor ¿Verdad?