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1236. Jueves, 21 agosto, 2008

 
Capítulo Milésimo ducentésimo trigésimo sexto: "El arte de agradar es el arte de engañar". (Refrán español)

Los escultores, pintores y decoradores de vasos griegos tienen fama de grandes artistas. Y seguramente lo eran. Pero es fácil para un artista conseguir un buen resultado cuando su modelo es Venus o Hércules, dioses o héroes, seres bellísimos y en actitudes naturalmente armoniosas. Sería interesante averiguar qué hubiera podido hacer Fidias o Praxíteles o uno de aquellos fulanos que no paraban de retratar a tan hermosos personajes, ante la obligación de hacer la estatua de un político barrigudo, cincuentón, embigotado y con menos pelo en la cabeza que una rana en su barriga.

Podemos imaginar qué clase de vaso, jarrón o ánfora habría resultado si, en lugar de decorar el cacharro con los retratos de lo protagonistas de la Iliada, elegantes y atléticos a un tiempo, el artista alfarero hubiera tenido que pintar a, por ejemplo, los diputados del Congreso.

No está en mi ánimo socavar el prestigio de los artistas griegos, sólo aspiro a hacer ver que jugaban con “cierta” ventaja. Debe de ser cosa de los jueves de agosto, que acaban poniéndole a uno trascendental.