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Lunes, 30 junio, 2008

 
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"Querido Juan:

Hubiera tenido que hacerle caso a tu madre el día que me alertó sobre los avatares de la convivencia con un repertorio de consejos que parecían extraídos de un manual del «Reader Digest» o del diario íntimo de Cuca García de Vinuesa. Lo recuerdo bien. Ella, como mujer que ha construido una filosofía de vida a golpe de sentencias, no dejó pasar ocasión para apabullarme. Yo no entendía nada. Enfrascado como estaba en ponderar la textura de sus torrijas, apenas pude advertir que en un momento determinado arqueó las cejas y con tono cortante dijo: «Lo mejor, camas separadas».

Quince años después, cuando las noches de insomnio ya han hecho mella en mis quebradizas sienes, comprendo el alcance de aquella frase cargada de sabiduría. La mirada de conmiseración de tu madre era, sin duda, todo un manual de supervivencia inspirado en un largo historial de conciertos familiares. Porque, según ella, tu padre ya roncaba, y el padre de tu padre, y el padre del padre de tu padre. Roncaban todos como roncas ahora tú.

Lo he probado todo para neutralizarte: los interminables rosarios de chasquidos (modalidad en la que me especialicé nada más llegar del viaje de bodas), las pataditas en los riñones y los juramentos en arameo.

Pero ni caso. Tu concierto ha crecido paulatinamente hasta acaparar mis maltrechas noches. Todas las paredes de la casa acusan un temblor persistente, como un largo eco que parece nacer de lo más profundo de la tierra y que a veces alcanza las proporciones de un seísmo. Conozco bien la secuencia. Tras los impetuosos rugidos llega la súbita calma y un silencio espeso, terrible, se queda como suspendido en el aire. Al principio de nuestra convivencia creía que te faltaba la respiración y, presa de temor, me lanzaba a zarandearte. Yo no sabía entonces que pasados unos segundos regresarías de nuevo a las sábanas y tus ronquidos arreciarían con más fuerza. En esa segunda fase, el rugido es peor porque forma oleadas y, luego de traspasar puertas y muros, desciende por las escaleras hasta el portal. Dicho esto, no habrá de extrañarte que en la última reunión de la comunidad de vecinos se aprobara una derrama para construir un muro antisonido en torno a nuestro domicilio.

Hace tiempo que salí de la alcoba doméstica para exiliarme en la cama-nido del salón; después opté por instalar un catre en el descansillo, y ahora estoy preparando los bártulos para mudarme a dormir al juzgado. Tu madre tenía razón. Lo mejor son dos camas. Sólo olvidó añadir que las camas estuvieran en distintos domicilios.

Atentamente "
Transmongoliano día 4: Ekaterimburgo.