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1162. Lunes, 14 abril, 2008

 
Capítulo Milésimo centésimo sexagésimo segundo: “La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos". (Ethan Hawke en El club de los poetas muertos, 1989)

Cuentan que Descartes construyó un autómata femenino que le acompañaba en casi todos sus viajes (supongo que el detalle de que el autómata fuera “femenino” da una pista del uso que haría el buen señor de él/ella). Un monje y relojero italiano al servicio de la corona española, Juanelo Turriano, construyó, en pleno siglo XVI, numerosos autómatas que le servían de criados en sus quehaceres cotidianos. Uno de los maestros de Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, creó un robot mecánico móvil que, incluso, le daba respuestas acertadas a todo tipo de preguntas y cuestiones.

Son sólo unos ejemplos, pero la historia está llena de ellos. Desde el siglo XIII se conocen máquinas que imitan la figura y los movimientos del ser humano mediante mecanismos de relojería, capaces de suplir perfectamente la mayoría de los trabajos del hombre.

Estamos en pleno siglo XXI, estamos en la era de internet, la era de los ordenadores, la era de las máquinas... pero parece que en ciertas cosas estamos cada vez peor.

¡Con lo fácil que sería poner un autómata de esos en mi silla y que me mandaran el sueldo a casa...!

Para que luego digan que el mundo avanza.

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