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1103. Jueves, 10 enero, 2008

 
Capítulo Milésimo centésimo tercero: "No me gusta el término "ama de casa". Prefiero que me llamen "diosa doméstica"... es más descriptivo." (Roseanne Barr, 1952; actriz estadounidense)

El señor M.A. era un eminente músico que había acudido a la consulta de un neurólogo porque tenía problemas para identificar las cosas de su entorno. Ya en alguna ocasión le habían sorprendido dando palmaditas en la parte superior de las bocas de incendios creyéndolas cabecitas de niños o iniciando una conversación con el picaporte de una puerta.

Tras la revisión, el señor M.A. salió de la consulta. De repente, se detuvo en seco, rodeó el coche y se dirigió al asiento que ocupaba su mujer, la agarró del cuello de la camisa y por las orejas e intentó ponérsela en la cabeza.

Se trata de un hecho real comentado por el famoso neurólogo Oliver Sacks. En este caso concreto, el señor M.A. padecía una pérdida cognitiva aguda: su cerebro era capaz de ver, oír, sentir y escuchar perfectamente, pero no podía emitir juicios personales. Así, metía a su mujer en la misma categoría conceptual que un paraguas o un sombrero.

El problema es la cantidad de hombres empeñados en tratar a las mujeres como el señor M.A. a la suya. Aunque con una sutil diferencia: en vez de padecer perdidas cognitivas agudas, lo que padecen es una soberana gilipollez crónica. Entre otras muchas cosas.

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