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1058. Lunes, 22 octubre, 2007

 
Capítulo Milésimo quincuagésimo octavo: "No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas." (Lucio Anneo Séneca, 2 a de C. - 65; filósofo latino)

Somos poco atrevidos, somos cómodos. Y así no hay manera de que las ciencias avancen.

Por ejemplo, sólo hacemos que quejarnos cuando, ante un catarro, a los sufridos operarios del sector sanitario lo único que se les ocurre es mandarnos a hacer gárgaras. Sin embargo, y ante cualquier alternativa más o menos experimental, huimos como alma que lleva el diablo al grito de... ¡qué la prueben otros!

Ahí esta muerta de risa la máquina que inventó en 1928 el profesor Bordier de la francesa Universidad de Lyon: una máquina que curaba los resfriados en cuestión de minutos.

El 2 de junio, Bordier realizaba una demostración en sus propias carnes y que fue recogida por el testimonio gráfico (o sea, la foto) que se acompaña. El aparato costaba de unos cables eléctricos que se introducían por la nariz de los pacientes previamente atados a la cama. Se aplicaba entonces una corriente eléctrica de alta frecuencia. Resultado: la congestión se aliviaba y la corriente aniquilaba a los gérmenes sin dañar las narices.

O eso aseguraba Bordier... ya que nadie más quiso probarlo.

Luego nos quejamos. Pero para saber si funcionan o no las cosas hay que probarlas antes, colaborar un poco. Claro que siempre es más fácil quejarse y cargar contra los pobres, honrados y siempre dispuestos médicos (además de muy malamente pagados) .. y sólo porque, con todo el gusto del mundo, te mandan a hacer gárgaras a la mínima.

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