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1065. Miércoles, 31 octubre, 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo quinto: "Desconfía de una mujer que dice su verdadera edad, una mujer así es capaz de todo" (Oscar Wilde, 1854 - 1900, dramaturgo irlandés)
Dice un reciente estudio publicado por el Journal of Sex Research, que las mujeres tiene más probabilidades de alcanzar un orgasmo si, en un mismo encuentro, tanto ellas como sus compañeros son capaces de poner en marcha -y de una forma simultanea- cuantas más técnicas mejor.
Nada que no supiéramos ya, aunque el estudio lo asegura ahora con un montón de cifras; unas cifras que, por otra parte, nadie va a poder comprobar si son -o no- verdad. Y servidor menos.
Salvo para reafirmar la idea de lo complicado que es satisfacer a las mujeres (parece que ni aunque pongas en marcha todos los recursos en plan acróbata del circo del sol les vas a garantizar el orgasmo al 100%), pocas veces (aunque cada vez menos) una entrada puede resultar tan práctica para algunos como improductiva para otros.
Hasta el viernes. Y no, no tengo puente. Parece que a algunos nos resulta más fácil que nos toque la lotería -sin jugar nunca- a que nos den uno.
sexo, estudios
1064. Martes, 30 octubre, 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo cuarto: "Mi holgazanería no me deja tiempo libre para nada" (Alphonse Allais, 1854- 1905; humorista francés)Año 2001, Josh Grant, estudiante neozelandés, va con su coche a toda velocidad por una carretera de montaña cuando choca violentamente contra un quitamiedos. Resultado del accidente: el coche completamente destrozado pero él apenas unas cuantas magulladuras. Mientras Josh espera a la grúa al borde de la carretera le entran ganas de mear y busca un sitio discreto entre los arbustos; se acerca sin darse cuenta de que esos mismos arbustos tapan un barranco de más de cincuenta metros de alto. Josh Grant, estudiante neozelandés muere por el impacto de la caída. Hay post que son lo más parecido a una minifalda: lo suficientemente largos como para cubrir el tema y lo suficientemente cortos como para ser interesantes y dejar que trabaje la imaginación. gafes, suerte
1063. Lunes, 29 octubre, 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo tercero: “Recuerdo lo que no quisiera, y no puedo olvidar lo que quisiera" (Marco Tulio Cicerón, 106 - 43 a. C.; filósofo, escritor y orador romano)
Empezó perdiendo la memoria ya en sus clases del instituto. Su primera sensación fue de angustia; le dijeron que tenía una depresión. Era consciente de que algo pasaba y de nada le servía intentar aparentar una normalidad que se notaba un poco más rota cada día, sumergiéndose, por la progresiva pérdida de memoria, en un lento y crudo desaprendizaje que le llevaba, desde su lúcida Catedra de Literatura, de regreso directamente a la infancia. Empezó a cambiar su humor, y a necesitar ayuda para lo más cotidiano. El razonamiento, el lenguaje, el reconocer percepciones y la capacidad para llevar a cabo lo habitual del día, iba sufriendo cada vez mayor retroceso, y la conducta, más frecuentes trastornos. Los recuerdos se esfumaban y sentía cómo su identidad se iba con ellos. Se resistió a pedir ayuda hasta que todo se desvaneció. La memoria es como el disco duro de la identidad donde se almacenan todos los recuerdos y a él, el disco duro, se le empezaba a borrar de forma inexorable. Durante doce años su mujer no se separó de su lado ni un solo minuto, el afecto es hoy por hoy el único remedio, se hinchaba de tocarlo, de besarlo, de acariciarle el pelo, de hablarle, de agarrarle la mano, él no sabía lo que le decía pero sabía cómo se lo decía. Aún conservaba, y conservó siempre, esa inteligencia emocional que, a pesar de todo, mantenía intacta como si fuera un bebe. En 1907, el psiquiatra alemán Alois Alzheimer describió la enfermedad que lleva su apellido, una enfermedad que es un brutal peaje que la sociedad paga por conseguir que sus hombres y sus mujeres vivan más años, una enfermedad de dos personas siempre: el que lo tiene y el que lo cuida. Ella, mi madre, vivió durante doce años sólo para cuidarlo a él, mi padre; decía que nadie lo iba a hacer mejor a pesar de que su única "recompensa" era ver como la memoria de él se disolvía, hasta que ni tan siquiera podía reconocerla. Cada día es el aniversario de un recuerdo. El de hoy es, para mí, el del reconocimiento. Alzheimer, recuerdos
1047. Viernes, 26 octubre, 2007
Capítulo Milésimo cuadragésimo séptimo: "Los hombres no se hacen más listos a medida que son mayores. Sólo pierden pelo". (Claudette Colbert en "Un marido rico")
Existe por ahí una curiosa teoría explicando el por qué las hienas, unos animales que viven en agujeros infectados de pulgas, comen carroña y sólo copulan una vez en su vida, están siempre con la sonrisa puesta. La hipótesis sugiere que semejante expresión de regodeo se debe a que quien más y quien menos de estos animalitos conoce a alguno de sus congéneres que ha sufrido un gatillazo. Es de suponer que para el involuntario protagonista del mismo, que le ocurra semejante circunstancia la única vez en su vida que va a copular debe de ser una verdadera tragedia. Pero para el resto de ellos, sabiendo lo que nos gusta reírnos de las desgracias ajenas, la cosa –siempre que le ocurra a otro- no deja de tener su gracia. Claro que semejante suposición valdría para explicar la sonrisa de los hienos machos, pero no aclararía el por qué de la sonrisa casi permanente que presentan también las hienas hembras que, visto el rendimiento de sus compañeros masculinos, no creo yo que les deban de quedar muchas ganas de juerga. Pues asunto aclarado. La naturaleza es muy sabia y ha sabido compensar a las hienas féminas para que, aunque por distinto motivo, también puedan lucir la sonrisa perenne que caracteriza a estos animalitos. Resulta que las hembras, además de ser más grandes que los machos, algo poco habitual, presentan unos órganos genitales raros, raros, raros. Son tan parecidos estos órganos externos femeninos a los del macho que hasta los etólogos más imaginativos tienen difícil apreciar la diferencia, incluso a través del tacto. Los labios mayores están retraídos hasta el punto de tener un aspecto de escroto. Su clítoris es extremadamente grande, tanto como para que, hasta hace unos cuantos años, se confundiera con un pene y, sobre todo por una característica muy útil: es capaz de entrar en erección, sirviéndole para copular con sus poco dispuestos compañeros y/o -sobre todo- con sus mucho más competentes compañeras. Con razón estos animalitos -sólo ellas- son de los pocos -al menos científicamente comprobados- que copulaban no sólo para reproducirse, sino también para relajarse. Hasta ahora sabíamos que los hienos machos se pasaban el día riéndose de sus compañeros más precoces. Ahora ya sabemos por qué ellas también lo hacen. Y ni punto de comparación. Hasta el lunes. sexo, naturaleza
1061. Jueves, 25 octubre, 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo primero: "Ostra Vienesa: posición para el coito en que la mujer está estirada boca arriba sobre la cama y cruza los pies por detrás del cuello"
Recibo todos los días un montón de correos raros y, sobre todo, inútiles. Supongo que como casi todos. Ofertas de tres por dos en viagras "auténticas" (con regalo del alargador del pene correspondiente para optimizar su uso), amables señoritas en celo invitándome a chatear -y lo que surja-, batidos de baba de caracol prometiéndome perder 15 kilos en dos minutos y diez segundos, y hasta tentadores ofrecimientos para trabajar desde casa a cambio de forrarme sin dar un palo al agua.
Eso sin contar con la cantidad de bancos y cajas de ahorros en los que, a pesar de no tener cuenta, unos simpáticos, atentos y muy trabajadores empleados se empeñan en contarme lo mal que les funciona su servicio informático avisándome, con la delicadeza debida, que -por no sé qué dificultades técnicas- debo volver a meter los números de mis cuentas corrientes si no quiero que se me bloqueen los miles y miles de millones que algún alma anónima -y desprendida- debe de haber ingresado en ellas a mi nombre.
Pero parece que todo es mejorable. Ayer, bajo el apasionante titulo de: "Atrévete a convertirte en un SUPER HOMBRE, a dar el placer que millones de mujeres están esperando de ti, conviértete en un... AMANTE PERFECTO!" Y de una tan larga como refinada explicación en su "asunto": "Nada se puede comparar con la satisfacción y el placer de tener cualquier chica que desees. ¿Crees que sea imposible? Yo también lo creía, hasta que descubrí los secretos que cambiaron mi vida totalmente. Imagínate tener todas las citas que desees, seducir a todas las mujeres que te gusten, disfrutar de la compañía de mujeres hermosas, y experimentar el mejor SEXO de tu vida. Hoy voy a compartirlo contigo!" Me llegó esto:
¿Podrían haberme mandado algo más inservible? Mira que he recibido, recibo y recibiré cosas inútiles.. pero esta vez se han superado.
sexo, inutil
1060. Miércoles, 24 octubre, 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo: "Demasiado al oeste es este" (Proverbio Inglés)La cosa no es de ahora. Momento " el libro gordo enseña, el libro gordo entretiene..." Ya hace 2.500 años. Pitágoras aconsejaba cantar y tocar un instrumento musical a diario para eliminar del organismo el miedo, las preocupaciones y la ira. Hipócrates, el padre de la medicina, utilizaba determinadas melodías para devolver la cordura a los enfermos mentales. Y el médico alejandrino Herófilo, en el año 3.00 a. C., acostumbraba a regular las pulsaciones arteriales mediante las escalas musicales. Aristóteles, en La Política, asociaba estados anímicos como el dolor, la pereza o la paz a diferentes ritmos, sonidos y escalas. Y hasta dos figuras tan pensativas como Confucio y Platón, creían que si la música de una nación era inarmónica y pobre, las instituciones políticas se derrumbarían. Bueno, pues los que mandan siguen empeñados en promocionar y cantar las alabanzas del deporte cuando resulta que la música tiene casi los mismos beneficios para la salud que machacarse en un gimnasio. Y ni punto de comparación. ¿Tendrán los que manejan los hilos sanitarios acciones en esas salas de tortura con olor a quirófano? ¡Cómo nos engañan! salud, música
1059. Martes, 23 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo noveno: " Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza". (Proverbio chino).
Desde luego que tener que venir al trabajo todas las mañanas deprisa y corriendo...
... aguantar a los adorables compañeros laborales día sí y día también... ... tener que pasar un montón de horas sin poder despegar la nariz de los papeles... .. mientras mi cabeza esta concentrada en temas mucho más importantes... ... y tener que soportar sin piedad los cabreos y las broncas de los jefes... ... no habría sido lo mismo si no hubiera escrito durante cada mañana de los últimos cinco años -y de forma casi compulsiva-, un blog. Seguro que sin él, el final hubiera sido otro muy distinto: !Tantos hombres y tan poco tiempo! 12-noviembre-2007
blog, peluche
1058. Lunes, 22 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo octavo: "No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas." (Lucio Anneo Séneca, 2 a de C. - 65; filósofo latino)
Somos poco atrevidos, somos cómodos. Y así no hay manera de que las ciencias avancen.
Por ejemplo, sólo hacemos que quejarnos cuando, ante un catarro, a los sufridos operarios del sector sanitario lo único que se les ocurre es mandarnos a hacer gárgaras. Sin embargo, y ante cualquier alternativa más o menos experimental, huimos como alma que lleva el diablo al grito de... ¡qué la prueben otros!
Ahí esta muerta de risa la máquina que inventó en 1928 el profesor Bordier de la francesa Universidad de Lyon: una máquina que curaba los resfriados en cuestión de minutos.
El 2 de junio, Bordier realizaba una demostración en sus propias carnes y que fue recogida por el testimonio gráfico (o sea, la foto) que se acompaña. El aparato costaba de unos cables eléctricos que se introducían por la nariz de los pacientes previamente atados a la cama. Se aplicaba entonces una corriente eléctrica de alta frecuencia. Resultado: la congestión se aliviaba y la corriente aniquilaba a los gérmenes sin dañar las narices.
O eso aseguraba Bordier... ya que nadie más quiso probarlo.
Luego nos quejamos. Pero para saber si funcionan o no las cosas hay que probarlas antes, colaborar un poco. Claro que siempre es más fácil quejarse y cargar contra los pobres, honrados y siempre dispuestos médicos (además de muy malamente pagados) .. y sólo porque, con todo el gusto del mundo, te mandan a hacer gárgaras a la mínima.
salud, gripe
1057. Viernes, 19 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo séptimo: "El progreso se debe a hombres vagos en busca de formas más fáciles de hacer las cosas." (Robert Anson Heinlein, 1907 - 1988; escritor estadounidense) -gracias a mascota por la frase, una de esas verdades como puños, incontestables y cargaditas de razón-Cada vez que llega la época de apareamiento, la serpiente más grande del mundo, conocida entre sus más íntimos como " eunectes murinus", y por el resto de la humanidad como anaconda, se enrolla, -y en este caso lo de enrollarse es literal- con una docena de machos para formar lo que se conoce como " bola de reproducción", una desenfrenada orgia que viene a durar entre dos y cuatro semanas y en la que todos participan con todos y de todos. No sé, pero de pronto me he acordado de aquel chiste, muy malo él, que decía algo así como:
-Mamá, ¿cómo es que tú eres blanca, mi papá negro y yo de piel amarilla?
- ¡Ayy hijito! Si supieras que fiesta hubo aquel día.. ¡deberías alegrarte de no ladrar! Ni sana ni leches. Envidia, mucha envidia, y de la mala que me entran a mi con estas cosas. Unos tanto y otros tan poco. Hasta el lunes.
sexo, naturaleza
1056. Jueves, 18 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo sexto: "Los misóginos deberían recordar que la más ignorante y rústica de las mujeres puede engendrar un hombre de genio. (Santiago Ramón y Cajal, 1852 - 1934; médico español)
Un inoportuno, (siempre hay un inoportuno dispuesto a ejercer de tal) pidió en un tono poco amistoso a Albert Einstein que condensara en una fórmula el secreto del éxito. De cualquier éxito. En apenas unos segundos, Einstein le entregó un papel con la equivalencia:
Al ver la cara de sorpresa de su interlocutor, le explicó:
"- Esta es una fórmula muy sencilla, A es el éxito; X, el trabajo; Y, la suerte y... Z, el silencio"
Pues si hago caso de tan importante señor, y tiene todas las papeletas como para hacerle caso que para eso es él quien es, teniendo en cuenta que de trabajo, nada; de suerte, poca; y que no acostumbro a callarme así que me maten, tengo menos posibilidades de alcanzar el éxito en algo que de participar -bíblicamente- en una orgía de lesbianas. Paciencia.
éxito, fórmula
1055. Miércoles, 17 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo quinto: "Cuando se cierra una puerta a la felicidad, se abre otra; pero a menudo nos quedamos tanto tiempo mirando la puerta cerrada que no vemos la que se nos ha abierto". (Hellen Keller, 1880 - 1968, escritora, activista, y oradora estadounidense sordociega).El otro día alguien me preguntó si me gustaba el lujo. Dado que mi carácter me hace huir como alma que lleva el diablo del despilfarro, de los excesos y de toda apariencia opulenta, brillante o lujosa (mi sueño infantil era ser invisible y aún, a estas alturas, no pierdo la esperanza de llegar a conseguirlo) mi primera contestación fue un no rotundo. Al cabo de un rato, me di cuenta de que mi respuesta era muy precipitada. Había asociado el lujo con el significado más habitual: la ostentación de la riqueza, los objetos caros, las marcas selectas o los lugares innecesarios para la mayoría. Si hubiera meditado un poco más me habría dado cuenta de que lujo no es sólo poseer coches, joyas, yates o mansiones. Hay una segunda acepción de la palabra que supone disponer de abundancia de tiempo y poca necesidad de dinero. Al fin y al cabo, el lujo supremo es tener la libertad necesaria para elegir lo que te gusta y rechazar lo que te disgusta, decir lo que piensas, vestir como quieres y hacer en cada momento lo que consideras más oportuno. No tuve en cuenta que hay lujos y placeres nada sofisticados, tan sencillos y baratos como darse un baño relajante, un paseo por el campo, caminar descalzo por la tierra húmeda o dormir una buena siesta. Y no sólo son lujos esos tópicos a los que siempre echamos mano cuando nos ponemos cursis contando las virtudes de contemplar el fuego, escuchar el ruido del agua, oler el aroma de una flor o comer fruta recién cogida del árbol. También pueden ser placeres refinados -y al alcance de cualquiera- nuestras rutinas más cotidianas: despertar un domingo y asomarte a la ventana para contemplar a la gente, salir a comprar el pan recién hecho para untarlo después con mermelada de calabaza (la de Helios es, en cuatro palabras, in-su-pe-rable) y beber un buen tazón de café con leche, mientras hojeas perezosamente el periódico al sol de mediodía, o, si es invierno y hace frío, abrigarte con un suave jersey de lana o meterte en la cama caliente y leer un libro hasta que entras en calor y el sueño te derrota. Es así, el lujo no es un asunto de propiedades o conquistas. Se acerca más a un estado de ánimo que tiene mucho que ver con la tranquilidad, la confianza, el propio sosiego y el de cuantos nos rodean. Lo que más nos aleja de él, en consecuencia, es todo aquello que produce confusión, envidia o remordimiento. Sí, me gusta el lujo. Ya lo dijo Sócrates (que a su vez lo tomó prestado de un graffiti en las paredes del templo de Delfos): "conócete a ti mismo, y lo demás irá sobre ruedas". Y en esas estoy. filosofia, vivir
1054. Martes, 16 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo cuarto: ".. y si el oxígeno no fue descubierto hasta 1773, ¿qué respiraba la gente hasta entonces?" (Pedro José R. 16 años, estudiante de la ESO)
Arístide Briand, político francés y premio Nóbel de la Paz en 1926, se negaba a seguir dando trabajo a un recomendado de un amigo suyo.
"- No, no y no. Mira si es vago que cuando le di el primer empleo, todo el trabajo que tenía que hacer era arrancar a fin de mes la hoja del calendario, y encima había veces que se quejaba".
"- ¿Se quejaba?"
"- Sí, se sentía muy desgraciado porque encontraba que el mes de febrero era terriblemente corto"
Y de pronto me acordé... Cuentan de un sabio, que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas yerbas que cogía. "¿Habrá otro", entre sí decía, "más pobre y triste que yo?" Y cuando el rostro volvió, halló la respuesta, viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó. Nunca había estado tan cerca de comprender la gran verdad que pueden encerrar unos simples versos. Nunca. vago, poesía
1053. Lunes, 15 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo tercero: "La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran". (Paul Ambroise Valéry, 1871-1945; escritor francés)Me envía un amable amigo, (¡qué menos que llamar " amigos" a aquellos capaces de leer cada mañana -y sin que nadie les ponga una pistola en la sien- estos despropósitos!), un enlace a cierta página en la que el autor de la misma relata una de esas historias que, sean verdad o no, bien podría servir para ilustrar la mala leche que se gasta el personal. Aprovechando que es lunes y tengo tanto trabajo por hacer como pocas ganas de hacerlo, me permito -como hacen otras grandes " estrellas"- copiar la historia tal cual. Merece la pena. "Corría el pleno Renacimiento y las Repúblicas itálicas luchaban por el poder y el control del comercio. Cuenta la historia que en una de estas tediosas y prolongadas guerras, entre dos de las joyas de la Península, Florencia y Venecia, ambos bandos comenzaban a cansarse de la pelea. Tras mucho dialogar llegaron a uno de los más extraños acuerdos de paz jamás vistos: El triunfador del conflicto sería el bando que poseyera, en promedio, a los integrantes con el pene más grande. En esa misma reunión, un florentino, Poggio Bracciolini, dijo que sin duda alguna los venecianos serían los triunfadores. Como es lógico asumir sus compañeros estaban por saltarle encima para darle una lección, sin embargo Poggio muy rápidamente replicó:
Es evidente, que son los mejores dotados -refiriéndose a los venecianos-, puesto que su miembro viril posee tal longitud que llega a cubrir enormes distancias. ¿Cómo se explica de otra manera que, cuando pasan varios años a cientos de millas de su hogar a causa de sus viajes, encuentren a su retorno que son padres de dos y hasta tres criaturas?"
Tras esto la guerra prosiguió su curso…" Gracias D4rg4yle. guerra, lunes
1052. Jueves, 11 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo segundo: "Toda ascensión a un gran lugar se efectúa por una escalera de caracol." (Francis Bacon, 1561 - 1626; filósofo y político inglés)Cada dos por tres surge alguna historia avisándonos sobre los peligros de ligar por internet. Y siempre suele ser una historia siniestra. No es para tanto. Yo creo que lo que de verdad les molesta es que ahora cualquiera puede hacer lo que antes sólo estaba reservado a unos pocos. Me explico. Acabo de terminar un curioso libro sobre partos reales (sí, ¿qué pasa?, el aburrimiento es muy malo), y como para llegar a ese punto -el del parto- era (y es) obligatorio pasar por otras etapas, al autor no se le ha ocurrido otra cosa que empezar explicando los mil y un trucos que las aspirantes a parir reyes -y muy especialmente el entorno de las aspirantes a parir reyes- usaban para conseguir su ansiada meta. Un " todo vale" que incluía retratos oficiales extremadamente favorecidos -y que rara vez tenían que ver con la realidad-, minuciosas cartas descriptivas sobre las condiciones, atributos y atractivos de las aspirantes convenientemente infladas... Vamos, que si cambiamos el pincel por el photoshop y las plumas por las teclas del ordenador, pocas cosas han variado desde entonces a la hora de buscar a ciegas un príncipe azul medianamente interesante. Por no cambiar, no ha cambiado ni el resultado. Hay de todo. Desde sonados fracasos, como el de Fernando VI, príncipe de Asturias en 1724, al que se le organizó su boda con María Bárbara de Braganza, y quedó aturdido al ver lo poco agraciada que era su esposa (la señora era tan fea que hasta el padre de la novia le llegó a decir al monarca " siento que haya de salir de mi reino cosa tan fea"), hasta los que se enamoraron a primera vista, como Juana la Loca y Felipe de Hamsburgo que adelantaron 4 días su boda con el único fin de saciar su pasión sexual. Desde Carlos I e Isabel de Portugal, que se casaron sin conocerse en 1526 en el Alcázar de Sevilla por unos pactos de Estado y entre los que desde el principio hubo algo más que una alianza estratégica, hasta los que se ignoraron, e incluso se odiaron, nada más mirarse a los ojos, como Fernando VII y la primera de sus cuatro esposas, su prima hermana María Antonia de las Dos Sicilias. Debería de acabar la entrada aquí, lo sé. Pero ya que el libro va de partos reales, que hay un mísero día más de fiesta este fin de semana, y, sobre todo, que cualquier disculpa es buena para no pegar un palo al agua, aquí van algunos alumbramientos curiosos: Isabel la Católica (1451-1504), quien tras consumar el matrimonio ya tuvo que mostrar a los testigos apostados junto a la puerta la sábana ensangrentada que demostraba su virginidad, reina famosa (entre otras cosas) por elegir personalmente a aquellas sirvientas que fueran a tener trato con su marido (curiosamente siempre elegía a las más feas), tuvo que seguir a rajatabla una costumbre de la Corte Española, que se remontaba a la época de don Pedro el Cruel (1334-1369), por la que todos los partos de las reinas se tenían que realizar en presencia de testigos que diesen fe de que los bebés eran realmente fruto del útero real. Así, cada vez que la soberana castellana traía al mundo a uno de sus hijos, que fueron unos cuantos y nacidos por media España (Dueñas -Palencia-, Sevilla, Toledo, Córdoba y Alcalá de Henares -Madrid-), un grupo de espectadores tenía que reunirse para presenciar el parto y certificar que por las venas del infante corría sangre real. Eso, sí, cuando le llegaba la hora, ella muy digna pedía a sus doncellas que le colocasen un velo sobre su rostro para evitar que nadie viera su dolor. Tras su boda con Felipe el Hermoso, Juana I, La Loca (1749-1555) -la que adelantó 4 días con el fin de saciar su pasión sexual-, se encerró con él en una estancia de la que no salieron en días. Y le cundió lo suyo. El matrimonio tuvo seis hijos y su facilidad para parir era tal que le alumbramiento de uno de ellos, el del infante Carlos (que luego se convertiría en Carlos I de España y V de Alemania), se produjo en la letrina del palacio de Gante, donde la reina disfrutaba de una animada cena con todos los festejos propios de la época. Al final del banquete, la soberana castellana comenzó a sentirse mal, pero pensó que su estado se debía a un empacho, sin saber que era el bebé quien avisaba de que estaba en camino. Su último parto fue el más difícil porque, sumida en una depresión tras morir su marido, se negaba a empujar. Isabel de Borbón. Se casó con Felipe IV en una boda por poderes celebrada en Burdeos en 1615 cuando ella tenía 12 años y él, 11. Sin embargo no vivieron juntos hasta cinco años después. Tuvo siete hijos, pero sólo sobrevivió uno, la Infanta María Teresa, la última. Curiosamente a su señor marido se le contabilizan un mínimo de treinta hijos bastardos con distintas mujeres. De ellos Felipe IV sólo reconoció al hijo de la actriz María Calderón, Juan José de Austria, al que dio sus apellidos. María Manuela de Portugal. Nacida en 1528, esposa y prima de Felipe II se casó a los 15 años. Como tardaba en quedar en cinta, los médicos la sometieron a numerosas sangrías. Sólo tuvo un embarazo, el del infante Carlos. El niño vivió, pero ella murió tras el parto por una infección. María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV y madre de Fernando VII, nacida en 1751, a la que se le atribuyeron numerosos amantes, entre ellos el oficial Manuel Godoy, tuvo 10 abortos y 14 hijos. Fue la primera reina española que parió gemelos. El alumbramiento se produjo en la Granja de San Ildefonso y fue tal el interés que despertaron los infantes reales que los colocaron en la misma cuna para exponerlos ante la gente. La precaria medicina de la época no pudo salvar ni a Carlos Francisco ni a Felipe Francisco de Paula, que fallecieron a los pocos meses. Y, posiblemente el más estremecedor, el de la segunda esposa de Fernando VII, Isabel de Braganza, primera reina española que, en vez de recurrir a las nodrizas para amamantar a sus hijos, dio el pecho a su bebé, la infanta Isabel Luisa. Falleció en 1818, a los 21 años, desangrada tras una cesárea en su segundo embarazo. Débil de salud, la reina sufrió una crisis muy fuerte en la que pedió el conocimiento. Los médicos creyeron que había fallecido y como se encontraba en avanzado estado de gestación decidieron practicarle una cesárea post mórtem para salvar al bebé. Los gritos que dio la soberana al sentir como la abrían dejaron estupefactos a los médicos. La carnicería, sin anestesia, mató a la soberana. Y tampoco se pudo salvar al hijo que llevaba en sus entrañas. Hasta el lunes. monarquia, curiosidades
1051. Miércoles, 10 octubre, 2007
Capítulo Milésimo quincuagésimo primero: "Nuestros defectos son como nuestros olores corporales: no los percibimos y no molestan, salvo a quienes están con nosotros". (Anna Teresa Lambert, 1647-1732; escritora francesa)Mucho se ha hablado de las causas que propiciaron la caída del Imperio Romano. Y, aunque no fuera la principal, seguro que fue una de las más importantes la obsesión que les entró en sus últimas décadas -justo antes de ser invadidos por los bárbaros del norte- por camuflar sus olores corporales. Aquí a los romanos -y a falta de desodorantes- no se les ocurrió otra cosa que colocarse bajos las axilas (sobacos) almohadillas con sustancias aromáticas. Una mariconada como otra cualquiera que no hacía más que confirmar el fin de una civilización. Al fin y al cabo la historia es el mejor testigo: los pueblos empiezan a dejar de ser poderosos cuando cambian sus efluvios a choto por el de los limones salvajes del caribe. Y es que el olor personal -una combinación única de aroma natural (determinado por la herencia genética y la raza), de otros adquiridos a través de los alimentos que se consumen o causados por las emociones que se experimentan, y de algunos más que son periódicos y están relacionados con los ciclos de fertilidad- tienen mucha más utilidad de las que a primera vista parecen. Y no sólo en la cuestión de despertar el instinto sexual, una función que todos conocemos ampliamente. Milenios antes de que se inventaran los desodorantes, nuestros antepasados se servían de su olor para identificarse entre si y para olfatear en la distancia a los miembros de otras tribus poco amigables. Algunos lo siguen haciendo. El pueblo Dassanetch de Etiopía considera que no hay aroma más placentero que el de las vacas, por lo que los hombres se lavan las manos con orina vacuna y se untan el cuerpo con sus excrementos, mientras que las mujeres eligen la mantequilla como crema corporal y cubren con ella su cabeza, hombros y pecho. Los Dogon de Malí consideran, por su parte, que el olor de la cebolla es el más agradable del mundo, así es que sus jóvenes se frotan con este tubérculo frito cuando quieren ponerse elegantes. Ya que estamos siempre hablando de las bondades de lo "natural", deberíamos de reivindicar nuestro olor. Y que no se nos olvide que el desodorante no fue más que un invento del puritanismo del siglo XIX y su obsesión por hacer desaparecer los olores corporales que " generan la tentación del coito dejando en pecado a un cuerpo que no parece sujetarse a las decisiones del espíritu". Ellos se lo pierden. Nosotros, a oler. olor, atracción ... más olores..pero mucho más agradables.
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