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1036. Miércoles, 19 septiembre, 2007

 
Capítulo Milésimo trigésimo sexto: "Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar". (Lord Acton, 1834 - 1902, historiador inglés)

Ya que estar en el trabajo -como castigo divino que es- resulta inevitable, intentemos que sea lo menos malo posible. Hoy en peluche práctico, algunas ideas con las que impresionar al jefe y así no tener que pegar un palo al agua.

- Primer punto: desnudarse en su despacho (y cuando esté él). Una regla que sólo sirve si el jefe es hetero y tu tienes 18 años, dos pechos de una talla considerable (cada uno de ellos) y te llamas Vanessa (el último requisito es opcional). Como -por suerte o por desgracia- no suele ser éste el caso del común de los mortales, casi mejor pasamos directamente al segundo.

- Segundo punto: ser condescendiente. Según Robert Green y Joost Elfers, autores del libro Las 48 leyes del poder, la regla de oro que todos debemos de seguir es: nunca eclipses al amo. Según su teoría, jamás se deben desplegar todos los talentos propios pues se puede acabar logrando lo contrario de lo buscado y terminar por inspirar miedo y desconfianza. Conclusión: hay que hacerse pasar por tonto y te convertirás en el inútil oficial ... con el consiguiente resultado a efectos de trabajo.

- Tercer punto: dile cosas que parezcan importantes. Un consejo que parece estar en contraposición con el anterior, pero no hay verdades absolutas y cada jefe es un mundo. Así, si el apartado anterior no funciona, será conveniente aplicar la estrategia contraria. Hacerse el enterado introduciendo palabras que suenen modernas pero que sean completamente desconocidas para él como share, spin, brain stornimg, cunilingus, fistfucking o coitus interruptus. Acabará sintiéndose tan epatado que pensará que estás en un nivel muy superior al suyo, así que acabará huyendo de nuestra presencia y nos dejará libertad para hacer lo que queramos, osea nada, que es justo de lo que se trata.

- Y cuarto punto (pero no menos importante): rodéate de amigos influyentes. No hay nada como ser amigo del superior del jefe, de la hija del jefe, del jefe de la competencia, de la mujer del jefe o -sobre todo- de la amante del jefe para no hacer nada o, mejor aún, para que te asciendan a un sitio en el que no tengas que hacer nada.

Es verdad que para llevar a cabo alguno de ellos va a ser necesario que trabajemos -intentar parecer más tontos que ellos requiere, en la mayoría de los casos un considerable esfuerzo-, pero hay que aguantarse. Una vez puestos en marcha convenientemente, el resultado final -llegar a la jubilación sin dar un palo al agua- compensará todos nuestros sacrificios.

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