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1003. Jueves, 28 junio, 2007

 
Capítulo Milésimo tercero: "Cada vez que un hombre ríe, añade un par de días a su vida" (Curzio Malaparte, 1898-1957, escritor italiano)

El comportamiento social de la mayoría de los animales está controlado por -entre otras señales químicas- los olores. Los perros y los ratones dependen de los olores para localizar su comida, para reconocer caminos y territorios, para identificar parientes y hasta para encontrar a su pareja.

Otros insectos más "sociales", como las hormigas, envían y reciben intrincadas señales químicas que les indican, con precisión, hacia dónde dirigirse y cómo comportarse durante todos los momentos del día.

Nosotros en cambio, vemos el mundo fundamentalmente por medio de los ojos y de los oídos. No le prestamos atención al sentido del olfato, y eso que tienen más importancia de lo que parece.

Un ejemplo, nuestro "gusto" sólo es capaz de reconocer cuatro sensaciones claras: dulce, salado, agrio y amargo. Los otros sabores provienen del olfato, así, cuando tenemos la nariz tapada por un inoportuno resfriado, la mayoría de los alimentos parecen suaves o insípidos.

Tenemos que usar más el olfato, con un poco de habilidad puede llegar a ser una de las herramientas más prácticas para cosas tan insospechadas como ligar o hasta calentarse.

Y no me lo estoy inventado, hay unas serpientes, las "jarreteras" cuyos machos tienen una curiosa forma de ligar: al detectar la presencia de una hembra por el olor de sus feromonas, se lanzan todos como locos sobre ella, llegando a formar grupos de más de 100 "admiradores" sobre la pobre "serpienta".

Además como no suelen tener un pelo de tontas, le han encontrado otra utilidad más a esta atracción olorosa. Hay machos que cuando salen de hibernar empiezan a segregar las mismas feromonas que las hembras, atrayendo así a otros machos que se pegaran a él para calentar su cuerpo.

¡100 machos ansiosos de sexo pegados a tu cuerpo para darte calor! Con una imagen así a ver quien es el guapo que trabaja esta mañana.