-   


  

923. Jueves, 22 febrero, 2007

 
Capítulo Noningentésimo vigésimo tercero: "Saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se sabe: sabiduría". (Alphonse Karr, 1808-1890, escritor francés)

He tratado muchas veces el tema de mi mala ortografía. Hoy, un poquito más.

Podía ahora ponerme a despotricar sobre lo inútil que resulta cumplir tantas normas para hacer algo que lo más probable es que no le hagan a uno ser un mejor abogado, médico, arquitecto o qué sé yo. Despotricar contra los condenados acentos que siempre me hacen dudar si van escritos o sólo son fonéticos, contra las uves y las bes que al final resultan que suenan exactamente igual; contra ges y jotas; contra las malditas comas que nunca sé colocar, o contra haches que no suenan ni hacen que, por más intercaladas que las lleve, las zanahorias acaben teniendo más vitaminas.

Pero no sé por qué he empezado a acordarme de aquella fábula en la que una zorra, habiendo perdido su cola, intentaba convencer a las demás de la inutilidad de tal añadido animando a todos a cortársela... y he preferido dejarlo. No sin antes pedir un modesto perdón por mis continuos fallos y sentir una sana envidia -mucha- de todos los que son capaces de escribir correctamente. Por cierto, que cada vez son menos.