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908. Jueves, 1 febrero, 2007

 
Capítulo Noningentésimo octavo: "Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras no se enamore de ella" (John Waters, 1946, cineasta estadounidense)

Es verdad que nos hacían aprender de memoria (de "carrerilla" lo llamábamos), la lista de las preposiciones (a, ante, bajo, cabe con...), la tabla completa de multiplicar (aunque la del 9 se resistía en plan galo), los límites de España por sus cuatro puntos cardinales (sí, en aquellos tiempos sólo eran cuatro), la fórmula del cloruro sódico, la declinación completa del rosa-rosae, la tabla periódica de elementos (con sus tierras raras incluidas) y hasta el diez cañones por banda viento en popa a toda vela no corta el mar... Pero los de mi generación no llegamos, por suerte, a tenernos que aprender la lista de los reyes godos. 33. Uno tras otro.

Y hubiera tenido su gracia. No recitar sus nombres en plan papagayo. Tampoco era eso. Pero si en vez de tener que memorizar una rista de nombres absurdos, nos hubieran contado algunas de las miles de historias que sucedieron por aquella época, seguro que hubieran conseguido lo que pretendían y casi nunca consiguieron: que aprendiéramos.

33 fueron los monarcas visigodos que gobernaron Hispania pero pocos, muy pocos, consiguieron acabar su mandato con éxito. La cosa ya empezó mal. El primero de la saga, Ataúlfo, a los cinco años de comenzar su reinado y en un mes de agosto que se encontraba inspeccionando las cuadras del palacio en Barcino en Barcelona, uno de sus sirvientes llamado Dubuis, le asestó varias puñaladas. Se murió.

El principal beneficiario por aquella muerte fue Sigerico, quien nada más ocupar el trono se puso a hacer una limpieza general. En los siete días que duró su mandanto, ordenó ejecutar a los seis hijos de Ataúlfo mientras intentaba devolver a Gala Placida, mujer del rey apuñalado y princesa romana con posibles, a cambio de un suculento rescate. Por suerte para ella (y para algunos más), uno de los hermanos de Ataúlfo, Walia, antes de ser ejecutado consiguió derrocar a Sigerico dándole el mismo fin que había tenido el primer jefe visigodo.

Vamos, que hay películas con bastante menos argumento capaces de mantener dos horas en tensión a cualquier yogurín smsadicto. Y encima pagando por aguantarla. ¿Por qué no prueban los señores que enseñan a hacerlo de una forma más entretenida? Es sólo una idea, pero a lo mejor se sorprendían de los resultados.